A veces me siento demasiado sola. Creo que nací para eso, para vivir junto a una persona: soledad. Y no me siento mal con ella. Es mejor que un novio: fiel, tranquila, comprensiva.
Como todo, a veces duele. Pero me ayuda. Con ella, me encuentro a mí misma y recorro caminos que nunca me atreví.
A veces alguien la espanta, pretendiendo quedarse a mi lado, pero siempre salen huyendo o yo los asusto. Creo que no nací para estar acompañada.
Y aunque puede sonar pesimista, no lo es. Es sólo una realidad que acepto. Mi mejor amiga es la soledad y disfruto muchísimo estando sola.
Es que puedo estar rodeada de mil personas pero aún así mi corazón se siente con frío, como si nadie lograse comprenderme.
Y es por eso que digo que vuelo, con mi imaginación, porque no necesito alas. Me basta el silencio y mi mente.
Por supuesto que quisiera que alguna vez soledad saliera a pasear y olvidara el camino de regreso. Pero eso sí, que vuelva cuando la invoque, a ratos, porque extrañaré disfrutar de ella.
Nací para estar sola, como la mayoría de nosotros, sólo a veces no empeñamos en acompañarnos, bien o mal, para disimular ante las personas o darle trabajo a esas mariposas hambrientas que nos invaden el estómago.
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