No
tengo mucho que decir para finalizar esta crónica de lo que fue mi graduación,
un momento que ha sido realmente importante para mí. Sólo me queda contarles el
acto de grado.
Fue bastante emotivo. Sobre todo al
momento de entrar al salón del evento, gracias a todo el apoyo que nos dieron
nuestros familiares y a la música de fondo, claro.
Todo se desarrolló rápido: imposición
de medallas, discurso de una de nuestras compañeras, del director, de los
padrinos, algunas canciones por parte del coro de la universidad, fotos y
abrazos acompañados de lágrimas por parte de todos.
Pero hubo un momento en el cual mi
corazón se hizo pedacitos. Ese minuto en el cual te detienes a pensar un poco y
dices: aquí falta alguien. Este título no lo pude recibir en presencia de mis
abuelos, y eso fue bastante triste.
Sobre todo no tener a mi abuela ahí fue
lo que más me pegó, porque fue con ella con quien más compartí y porque mi
abuelo falleció cuando yo era una niña aún.
Tal vez ella estaba presente, viendo
cómo me convertía en toda una profesional, pero yo hubiese deseado darle un
gran abrazo como los que ella solía regalarme cada día cuando yo llegaba de
clases.
Donde quiera que esté, este título está
dedicado a ella, y estoy segura de que estaría orgullosa y feliz por todo esto.
Desde algún rincón del Universo, ella me acompaña y quisiera algún día volver a
estar a su lado y decirle cuánto la he extrañado.
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