El
día está muy caluroso. Debe hacer unos 34º aquí afuera. Salgo de una tienda de
computación dispuesta a tomar un taxi que me lleve a casa con esta caja que me
hace sentir torpe.
No tardo mucho en abordar uno y el
conductor me mira, intentando adivinar qué llevo en la caja. “¿Qué aparato es?”,
pregunta y me muevo incómoda en el asiento. Le contesto que es parte de mi
computadora y continúa manejando.
Como la situación en mi país no es nada
segura, le marco al teléfono de mi hermana y le digo que voy de regreso a casa
en un taxi. Me aseguro de decirlo en voz alta para que el conductor me escuche.
Suena paranoico, pero hoy en día hay que prevenir, pues no sabes con qué te encontrarás
en la calle.
El chofer advierte mi posición
defensiva y comienza a sacarme conversación (cosa que no es nada raro en los
taxistas).
-¿Cómo
te preparas para las próximas elecciones? – me pregunta.
-Bien,
apostándole al cambio. – respondo, realmente esperanzada. Él me mira por el
retrovisor y se ríe.
-¿Votaste
por el cambio la vez pasada?
-Sí,
claro. ¿Y usted?
-Yo
sigo con la revolución. – me dice, orgulloso.
Sonrío. No le digo nada para evitar tener
una conversación. Miro a través de la ventanilla durante todo el camino, pero
justo en la entrada a mi ciudad el tráfico está trancado, por lo cual toma una
vía alterna que nos obliga a pasar por una de las obras que está realizando su
bando político.
-Qué
bonito va a quedar este hospital. – me suelta, mientras mira por el retrovisor
en busca de mi respuesta.
-Sí,
la verdad es que es tremendo proyecto.
-¿Ves?
Te gustan las cosas que hacemos, ¿por qué entonces votarás en contra? Si gana
tu candidato, no podrán seguir haciendo estas cosas.
-No
se deje engañar, señor. – le digo, sonriendo.- Eso ha quedado aclarado. Lo que
funciona bien, seguirá funcionando bien.
-No,
hija. Me gustaría poder adelantar todo y que vieras cómo van a entregar nuestro
país.
-Señor,
nuestro país tiene muchas carencias. Necesita un verdadero cambio. Yo soy una
de las tantas afectadas por todas las locuras que aquí suceden.
-Locuras,
¿como por ejemplo? – me dice sonriente. Supongo que pensó que no sabría
responderle o que le diría tonterías de fanáticos.
-¿Por
ejemplo? – suspiro – por ejemplo, que mi padre perdió su empleo porque el
gobierno cerró la empresa donde trabajaba y no tuvo un pago justo por tantos
años de servicio debido a que el Ministerio encargado resolvió no tomar
decisiones hasta que el gobierno diera la orden, cosa que nunca llegó y, por
ende, le dieron una miseria. Por ejemplo, que perdimos la casa donde vivíamos
cuando empezó todo acerca de las leyes de alquiler. Por ejemplo, que vivimos
arrimados por meses, comiendo apenas lo que podíamos comprar con los pequeños
ahorros de mi padre, porque éste no conseguía empleo, y mucho menos yo. Por
ejemplo, que tuve que pedir una ayuda en una alcaldía para poder pagar la
universidad. Por ejemplo, que mi tía fue herida de bala por estar sentada
frente a nuestra casa, gracias a la violencia desatada. Por ejemplo, que perdí
a uno de mis mejores amigos y a un ex novio porque los mataron para robarles
sus pertenencias. Por ejemplo, que no ejerzo mi carrera porque no creo que
escribir bien para un bando u otro sea ético. Lo mío es informar de verdad. Por
ejemplo, que he dejado de hablarle a muchas personas porque tenemos ideologías
distintas y no hacen más que insultarme por no apoyar algo que me ha afectado
tanto. Por ejemplo, que este aparato que llevo aquí, lo dañó un bajón de luz
debido a que no se controlan los servicios. ¿Cree que puedo apoyar lo mismo que
usted apoya luego de todo eso?
-¿Por
qué no te acercas a ellos y les comentas lo que te ha sucedido? Tienes mucho
potencial y seguramente ellos podrán ayudarte, darte empleo, solucionarte los
problemas. – me dice, con un rastro de vergüenza en la voz.
-Señor,
¿cree que no lo he hecho? En todos estos años, todas esas cosas han sido
ignoradas. No puedo apoyarlos porque tengo razones de peso para no hacerlo.
-Tienes
razón. Tienes muchos motivos para no apoyarnos. – me dijo, bajando la mirada y
con una humildad increíble.
Señores,
sé que hoy en día es muy difícil entablar conversaciones entre personas de
distintas ideologías porque, queramos reconocerlo o no, la mayoría de ellas
siempre terminan en discusiones e insultos. Sin embargo, contándoles esto que
me sucedió ayer, quiero demostrarles que sí se puede, que podemos volver a ser
hermanos.
Cada
uno de nosotros tiene un motivo para votar a favor o en contra. Cada uno ha
vivido y sentido en carne propia todas las situaciones del país. Respetemos el
derecho a elegir y pensemos en nuestro futuro.
Yo
estoy en contra por mis razones. Seguramente alguien está a favor porque ha
recibido ayudas. La verdad es que lo único importante hoy en día es no dejarse
llevar por fanatismos, no votar porque uno es bonito y otro feo o porque uno grita
más que otro. Lo realmente relevante es ejercer nuestro derecho y decidir si
continuar o buscar un cambio para nuestra situación.
Nuestro
país, este domingo, estará en nuestras manos. ¡Todos a votar!