El eterno problema de las mujeres con los príncipes azules. Ya saben, quieren que los hombres sean perfectos, y cuando aparece alguno que cubra con esas características, el mundo se voltea hasta que puff, aparece el defecto: no es soltero, es gay, o cualquier cosa que se le parezca.
El caso es que para cada una de nosotras existe un tipo de hombre perfecto. Un príncipe azul diferente para cada quien, pues. Por eso hoy estoy escribiendo esto para describirles cómo es el mío.
No creo que la perfección exista. Soy de esas personas que ama los defectos y que intenta mejorar los propios. Si todo fuese correcto e ideal, sería patéticamente aburrido y por ende, dejaría de gustarme.
Así que mi príncipe azul tiene defectos, como todos. De hecho, no es azul, es blanco y su piel sólo pide besos a gritos. Por supuesto, él es alto, elegante. De esos hombres con los cuales te provoca pasear tomando su mano y que debas subir la mirada para alcanzar sus ojos.
Sus ojos son oscuros, misteriosos, interesantes. De esos que no provoca dejar de mirar y donde puedes encontrar mil historias donde sólo yo soy la protagonista y ellos me sonríen al mirarme.
Su sonrisa. Perfecta. Ella sí es perfecta. Hace que mi boca se contagie y quiera sonreír de igual manera. Como queriéndole decir: mira, así está mi corazón de contento por estar a tu lado.
Sus labios no hay ni que describirlos. Totalmente besables, como si fueron hechos para que mi boca calzara exactamente con la suya. Labios por los cuales salen palabras encantadoras.
Él es apasionado, inteligente. De esos que tiene buenas notas y un futuro lleno de éxitos. Un hombre que ama lo que hace y no deja de explorar otro tipo de campos e interesarse en ellos de la misma manera.
Mi príncipe es divertido. Me hace reír a más no poder y es muy sociable. De esos que puedes dejar solo en un salón con desconocidos y al regresar ya es el alma del lugar.
Disfruta de la lectura tanto como yo y no se queda con la superficie de las cosas. Va más allá. Es maduro, enfrenta los problemas con mucha fortaleza y siempre tiene un consejo acertado que dar.
Es sexy, comprensivo, paciente, entregado, romántico hasta la médula y no tiene problemas en gritarle al mundo sus sentimientos hacia mí. Es fiel, educado, y todo un caballero.
Mi hombre ideal me despierta con palabras de amor y me dice que sueña conmigo. Mi familia lo adora y me ha enamorado como nunca.
Mi príncipe azul no es azul. Tampoco es de cuentos de hadas. Está en la misma dimensión que yo, bajo el mismo cielo, con muchas cosas en común conmigo.
Y sí, dije es, no sería. ¿Por qué? Simple: existe y camina de mi mano.