Algunas “damas de compañía” atienden a unos 10 hombres por día
Tristeza y dinero a cambio de placer
El antiguo oficio de vender el cuerpo no sólo es ejercido por mujeres. Personas de ambos sexos exponen su dignidad e integridad física por placer, necesidad o por la simple entrada de dinero rápido
“La verdadera prostituta es la que está en la casa”, dice Purri, desde el sillón de una casa de citas ubicada en el centro de Puerto La Cruz. Él es el encargado de manejar a un grupo de chicas que ofrecen su cuerpo a cambio de unos cuantos billetes. Prefiere no revelar su verdadero nombre, para evitar problemas, pero el lugar donde trabaja es muy conocido por los clientes.
Todo ser humano tiene bien claro el concepto de prostitución. Hombres y mujeres pagan por obtener favores sexuales pero lo que muchos no conocen es que este mundo no es como lo pintan en los anuncios de los periódicos.
Las personas que trabajan en este oficio tienen una vida manchada. Detrás de sus caras llenas de maquillajes y sus vestidos apretados hay una tristeza y un vacío que pocos llegan a conocer.
Tal es el caso de Sol, una muchacha de apenas 22 años que tiene alrededor de siete meses trabajando en este lugar. Ella es madre soltera y parece apenarse cuando cuenta su historia.
Su hijo tiene dos años de edad y lo cuida su abuela, quien desconoce el verdadero trabajo de esta chica. Piensa que ella trabaja en el servicio de un hogar, pero la realidad es otra. Una que podría llegar a ser muy desagradable.
Sol cuenta que gana mucho más dinero del que podría ganar en un trabajo “normal” y que esto le ayuda a cubrir todas sus necesidades. Es de otra ciudad, pero llegó a Puerto La Cruz por recomendación de una amiga.
“Antes trabajaba como recepcionista pero no me daba el dinero. Trabajo en esto porque tengo un hijo que mantener pero no es fácil”, expresa Sol.
Kimberlin la escucha hablar y se ríe, pero hay momentos en los cuales comenta que a ella le pasa igual. Esta chica rubia, que usa un vestido transparente que deja ver sus ropas íntimas, tiene 25 años y apenas dos meses trabajando en ese lugar.
También es madre soltera. Tiene tres hijos y su familia no tiene idea de que esta mujer satisface a hombres a toda hora del día para poder llevar el pan a su casa y brindarles una buena vida a sus retoños. “Viajo cada quince días y extraño muchísimo a mis hijos”, dice.
Estas chicas, junto a su “manager”, a quien apodan Purri, reciben a muchos clientes todos los días de la semana, a cualquier hora. No es un trabajo fácil y no todas nacen para ese oficio, como lo dice el mismo Purri, pero muchas han conseguido el tren de felicidad en ese lugar y han rehecho sus vidas.
“Yo psicológicamente las ayudo. Siempre las aconsejo. Les digo que vivan la experiencia. Yo les digo cómo son las cosas, este trabajo no es fácil. Pero a muchas les ha llegado el amor y hoy son grandes señoras”, cuenta Purri.
Pero, ¿por qué este trabajo y no otro?, ¿por qué exponerse tanto? Sandra, una mujer de 27 años de edad que también se dedica a este antiguo oficio, asegura que se trata de una falta de inculcación de valores por parte de sus padres.
“Mis padres nunca me dieron el ejemplo que yo quería, nunca me preguntaban cómo iba en clases, ni nada, ellos llegaban y así mismo salían”, comenta. Sus papás descubrieron su trabajo real cuando notaron la cantidad de dinero que ganaba y la manera cómo se transformó de niña a mujer.
“Empecé en esto a los 13 años. Cuando mi mamá se enteró lloró, pero se dio cuenta de que ella era la culpable, por no prestarme atención”, dice mientras baja la cara, reflejando dolor.
Mujeres como ella llegan a atender hasta a 10 hombres en un día. Pero, por supuesto, tienen sus trucos para soportar. “Al otro día amanezco con dolores en mis zonas íntimas, en las caderas y en todo el cuerpo. Uso el ventilador toda la tarde y me siento con las piernas abiertas”, expresó.
Freno al amor
En este negocio no cabe el amor. O al menos, eso es lo que intentan las personas que hacen de este negocio un modo de vida. “Nosotras trabajamos en esto y sabemos que no podemos enamorarnos de nadie. Claro, hay uno que otro cliente que nos gusta”, dice Kimberlin.
Pero Sol le refuta diciendo una frase que refleja la realidad de las madres solteras: “Lo que pasa es que cuando uno les dice: bueno si me quieres a mí, quieres a mi hijo, lo que necesito es plata, entonces hasta ahí llega el amor”.
Fingen orgasmos y quieren salirse de ese medio pero no encuentran un trabajo donde les paguen igual de bien. La vida de estas mujeres se resume a recibir hombres que usan su cuerpo para satisfacerse y dejarles lo que llaman un “ratón moral”.
Sentimientos en juego
La gente ha hecho que todos imaginemos que una prostituta es una mujer que se para en una esquina a esperar a sus clientes, cargada de maquillaje y poca ropa. Incluso, hay quienes piensan que todas tienen cuerpos y rostros perfectos, como lo pintan en los anuncios. Para el psicólogo Edgar Rondón, ésta es una idea falsa.
“Muchas veces nosotros nos enfocamos en un estereotipo que es la prostituta que está ahí, en el Paseo Colón, en una esquina, esperando que alguien la recoja. Pero la prostitución está regada por todos los niveles de nuestra sociedad”, dice el psicólogo.
Esta acción de cambiar placer sexual por dinero puede venir de una mala formación familiar. No se transmiten valores por parte de los progenitores y al no tener valores, las personas creen que están haciendo lo correcto, asegura Rondón.
Este doctor comenta que la razón por la cual hoy en día cualquier persona decide vender su cuerpo, no sólo por necesidad, es la manera cómo la sociedad ha puesto al ser humano en el lugar de un producto.
“Vivimos en una sociedad donde los medios de comunicación tienen una característica muy mercantilista, material. Estamos en una sociedad consumidora. Por lo tanto, la mujer, en muchos aspectos, se ha puesto en el lugar de un objeto. Muchas veces se ha olvidado de su lugar como sujeto dentro de la sociedad”, aseguró Edgar Rondón.
Protección legal
En Venezuela existe una ley que protege a estas trabajadoras sexuales, la Ley Orgánica De La Mujer Por Una Vida Libre y Sin Violencia, la cual resguarda a las mujeres que practican este tipo de actividad en la vía pública.
Aún así, muchas veces este tipo de oficio viene acompañado de la distribución de estupefacientes. Cuando alguna de ellas es detenida son posesión de estas sustancias, son procesadas por esto y no por ser prostitutas.
Deben tener sus exámenes de sanidad al día, al igual que protegerse siempre cuando atienden a los clientes. En el caso de la casa de citas manejada por Purri, es el único requisito que les piden para entrar a trabajar y siempre son monitoreados por las autoridades.
Muchas mujeres deciden irse por ese camino sólo por obtener dinero fácil. Muchas lo hacen por necesidad, algunas por obligación. Pero la gran mayoría se decide a vender su cuerpo porque de esta manera pueden obtener una entrada de dinero mayor que la de cualquier profesión.
Sin embargo, las personas que están en este mundo no se lo recomiendan a nadie. Como bien lo dice Sandra: “La vida no se resuelve con dinero. La vida se resuelve con amor, cariño y comprensión”.