Cada uno de nosotros tiene una manera de ver la vida… y definitivamente de vivirla. Por supuesto, para eso existe la libertad de elegir. Pero cuando se trata de amor, siempre hay coincidencias.
Me da mucha curiosidad cómo manejan ese tema las mujeres de hoy en día. Muchas están marcadas por el masoquismo. Y es que por más que ames a una persona, lo principal es valorarte a ti misma.
Pero seguimos por la vida creyendo que lo tenemos todo, cuando realmente no nos esforzamos por lograr algo, y mucho menos por tener lo que realmente merecemos.
Pero entonces no nos quedamos sólo en el masoquismo, sino también en el conformismo, en la mediocridad. Por no estar solos aceptamos caminar al lado de una persona que nos hace daño, pero que con un perdón arregla todo.
Y claro, hay quienes dicen que perdonar es olvidar. Pero definitivamente no es así. Esa frase que dice que las cicatrices en el corazón son eternas, es cierta. Puede dejar de dolerte, pero la marca estará para siempre.
Y de esa manera entonces caemos en algo terrible: el rencor. Y así podría ir nombrando una cadena de cosas que nos afectan pero que no evitamos.
Podría decir que no somos tan libres como parece. Porque siempre hay algo que influye, siempre existen los límites y nosotros mismos nos colocamos las barreras.
La libertad es una utopía. Quien intenta hacerla realidad, cae en la anarquía. Y romper reglas es divertido, pero no lo es tanto cuando eso trae serios problemas.
Son cosas que todos podemos solucionar buscándonos a nosotros mismos, analizando, queriendo siempre lo mejor. Es una cuestión de lucha interna.
Ganarle la partida a las costumbres y buscar siempre mejorar es una cosa que podría parecer muy difícil, pero que cuando obtienes, no quieres dejar.
Al final del cuento, la vida se trata de eso: de vivirla. Pero eso sí, plenamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario