Hoy
un amigo me dijo: “me gustaría tener una novia que no importa cuánto
discutamos, igual nunca dude que la quiero” y me hizo pensar mucho en algunas
situaciones de la vida a las cuales me he visto expuesta.
Sabemos lo difícil que es estar con
alguien con quien siempre discutamos. Llega a cansar, a aburrir, a hacer que
busquemos estar en paz. Sin embargo, a veces hay que saber llevar esas
discusiones, pues, aunque suene extraño, pueden mantener sana una relación.
¿Por qué? Porque si todo fuese de color
rosa, nos aburriría. Como dice el mismo chico de la frase inicial: “lo bueno no
es la pelea, sino la reconciliación”. Ahora bien, ¿qué sucede cuando esas
personas se enfrascan en reñir y no en la solución? Pasa que la reconciliación
tarda más en llegar.
A veces es una mera cuestión de
orgullo, de no aceptar derrotas, de querer llevar siempre la razón. En otras
ocasiones se trata sólo de no entenderse, o de en verdad no querer solucionar
las cosas.
Una vez alguien me dijo que cuando en
verdad quieres estar con una persona, debes aceptar sus defectos, entender sus
manías y saber convivir con él/ella. Yo, llevando eso a este tema en
específico, lo traduzco como: si tienen diferencias, ¡arréglenlas! No, no se
trata de tirar las cosas a la basura, sino de enfrentarlo.
¿Qué no le gusta que seas sec@ con esa
persona? ¡Mejora! ¿No soporta tu mal humor? ¡Suavízalo! ¿Tienen diferentes
opiniones? Busquen el equilibrio entre ambos para que puedan quedar conformes
los dos. Pero, ¿saben qué? No lo dejen sin al menos intentarlo, pues no saben
de qué se estarán perdiendo.
Por experiencia propia sé que en muchas
ocasiones por tener opiniones encontradas las personas creen que son tan
diferentes que nunca podrán encajar, pero de eso se trata, pensar todo igual
debe ser aburrido, ¿no?
Y después de analizar todo esto vuelve
a mi mente una frase que me dijeron hace mucho tiempo, cuando era una
adolescente: “quédate con quien piense que tus defectos y tu humor son la cosa
más valiosa que tienes”.
Ahí se los dejo…