martes, 22 de enero de 2013


        Estoy frente a ti. Mis piernas tiemblan. Mi corazón está acelerado. Te miro y mis ojos se llenan de lágrimas, pero bajo la mirada y finjo estar bien. Preguntas qué me sucede y yo sacudo la cabeza, para que no notes que me muero de ganas de decirte que te echo de menos.
         Me cuentas que todo va bien, pero te noto nervioso. Tu mirada es triste y siento que intentas decirme algo que no logra salir de tu boca. Evitando echarme en tus brazos me despido. Me das un abrazo fuerte, como si no quisieras soltarme, como si lo hubieses estado añorando.
         Sin mirarte siquiera, me aparto de ti y me marcho, pero me detienes. Posas tu frente en la mía y con un tono de tristeza me dices que me extrañas, que todo este tiempo me has pensado y que quisieras que todo volviese a estar bien.
         Una lágrima corre por mi mejilla, roza mis labios y la borras con un beso que habíamos estado esperando por mucho tiempo. Me hundo en tus labios, no quiero que volvamos a separarnos nunca. Pero algo sucede.
         De repente despierto y mi cama está vacía. No puedo levantarme de ella. Todo fue un sueño, uno de esos que no quisieras tener nunca pues te recuerda cuánto duele que no sea real.
         Las lágrimas corren por mis mejillas y el Sol se asoma por la ventana y yo… yo sólo quisiera no volver a despertar.

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