Estoy
frente a ti. Mis piernas tiemblan. Mi corazón está acelerado. Te miro y mis
ojos se llenan de lágrimas, pero bajo la mirada y finjo estar bien. Preguntas
qué me sucede y yo sacudo la cabeza, para que no notes que me muero de ganas de
decirte que te echo de menos.
Me cuentas que todo va bien, pero te
noto nervioso. Tu mirada es triste y siento que intentas decirme algo que no
logra salir de tu boca. Evitando echarme en tus brazos me despido. Me das un
abrazo fuerte, como si no quisieras soltarme, como si lo hubieses estado añorando.
Sin mirarte siquiera, me aparto de ti y
me marcho, pero me detienes. Posas tu frente en la mía y con un tono de
tristeza me dices que me extrañas, que todo este tiempo me has pensado y que
quisieras que todo volviese a estar bien.
Una lágrima corre por mi mejilla, roza
mis labios y la borras con un beso que habíamos estado esperando por mucho
tiempo. Me hundo en tus labios, no quiero que volvamos a separarnos nunca. Pero
algo sucede.
De repente despierto y mi cama está
vacía. No puedo levantarme de ella. Todo fue un sueño, uno de esos que no
quisieras tener nunca pues te recuerda cuánto duele que no sea real.
Las lágrimas corren por mis mejillas y el Sol se asoma por
la ventana y yo… yo sólo quisiera no volver a despertar.
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