He
estado analizando últimamente cómo actúan muchas personas cuando se relacionan
con otras. Todo parece estar basado en la crítica. Aunque muchos van a decir
que no les gusta criticar, que yo también lo hago y que existen críticas “positivas”,
deben ser sinceros con ustedes mismos: todos lo hacemos y ninguna es positiva.
Primero, pensemos en eso de las
críticas “positivas”. Cuando quieres decirle a alguien que algo te parece mal,
no es un comentario positivo. Le estás diciendo que lo que realizó no está bien
para ti, por ende, eso no es muy positivo que digamos. Si, por el contrario, le
hicieses un comentario respecto a algo que no te agrada pero que sabes podría
mejorar, entonces ya no es una crítica, es una sugerencia.
Por ejemplo, no te gusta el reggaetón y
le criticas a tu hermana que lo escucha, le dices que ella no entiende que esa
música insulta a las chicas y un montón de cosas más negativas: estás
criticando sus gustos y decisiones. Sin embargo, si le dijeras un día que
piensas que, según su manera de ser, debería escuchar algo distinto y le
recomiendas otro estilo que podría interesarle, entonces estás sugiriéndole
algo, no criticándola de manera positiva.
Según el escritor Dale Carnegie, en su
libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” lo ideal es elogiar un
poco y luego decir lo que no te parece, pero sin utilizar el “pero”, pues
enseguida la persona pensará que estás utilizando un halago falso, sólo para
disfrazar la crítica.
Lo mejor, entonces, es usar el “y”,
para que no se sienta como un llamado directo a su error. Como ejemplo,
coloquemos a uno de nuestros amigos, que presentó recientemente una exposición
de fotografías que nos parecieron sin vida alguna. Nunca le digas: “oye, Luis,
me gustaron tus fotos pero creo que se hubieran visto mejor si les hubieses
dado más color”. Lo correcto sería decirle: “Luis, tus fotos me gustaron mucho,
seguro al público también y si te esfuerzas más y las haces más vivas
seguramente conseguirás que cada vez más personas valoren tu trabajo”.
Luis, en ese momento, quedará conforme
con tu comentario y podrá tomarlo en cuenta, pues no será algo tan seco como
una critica directa, sería entonces una recomendación.
Como dice Carnegie en el libro antes mencionado:
“El mero cambio de una pequeña palabra puede representar la diferencia entre el
triunfo y el fracaso en cambiar a una persona sin ofenderla o crear
resentimientos”.
Sabemos que todos nosotros nos sentimos
expuestos hoy en día a las críticas y odiamos cuando nos las hacen. También
tenemos claro que todos participamos en ellas, aunque unos tienen más tacto que
otros. Lo que quiero decirles es, no que dejen de hacerlo, sino que aprendamos
a decir las cosas.
Detrás de cada trabajo realizado, de
cada acción, de cada palabra, existe alguien y no sabemos qué tanto se esforzó
por hacerlo como para que nosotros, con nuestras palabras rudas, hiramos sus
sentimientos y creemos resentimientos.
Si aprendemos a ser un poco más
sutiles, a sugerir en vez de criticar, el mundo será un lugar más llevadero y
las relaciones con nuestro prójimo serán mucho más agradables.
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