Las
mujeres de hoy en día somos absolutamente distintas, eso para nadie es un
secreto. Tomamos decisiones, vivimos plenamente, hacemos trabajos pesados,
somos independientes, podemos llevar una familia solas y, sobre todo, somos
libres.
Hay quienes han olvidado eso. Personas
que aún creen en esa tontería de que la mujer debe mantenerse en el hogar,
limpiando, cocinando, planchando y cuidando de los niños. Que deben ver
novelas, ser chismosas y recibir con amor a sus maridos. A los que piensen así
les digo con todo respeto: ¡avancen!
No sé cuántas veces he oído decir a uno
de mis mejores amigos que “se me está pasando la edad”. Horas y horas de charla
me ha dado, con gran preocupación, porque tengo 26 años y ni siquiera una relación
seria se asoma por mi ventana.
Está claro algo: él y yo tenemos puntos
de vista muy distintos. Él es machista, yo soy feminista. Es todo. Mientras él
quiere pagar la cuenta, yo divido los gastos. Cuando él intenta abrir la puerta
por la cual voy a pasar, yo ya le he dado un empujón y voy pasando. Y así
varias cosas más a las que él llama “demasiada independencia”.
Pero, ¿qué se supone que debemos hacer
hoy en día las mujeres? ¿Esperar al mentado príncipe azul, que sea caballero,
pague todo, trabaje por nosotras y nos tenga como esclavas en el hogar?
¿Debemos seguir mostrándonos débiles, sumisas, brutas y vivir a costa del sudor
de un hombre que, ocasionalmente, se buscará a una más audaz que nosotras? ¡Me
niego!
Primero, la edad, a mi manera de verlo,
no significa nada. No podemos ir por la vida pensando que si no nos casamos
antes de los 30 años seremos mal vistas por la sociedad, nos llamarán
solteronas y luciremos como fracasadas. ¡No me jodan! No me ataré a alguien a
quien no amo, con quien no me identifico sólo por no llegar a la tercera década
sola. Prefiero disfrutar de mi soledad y dejar que el momento correcto llegue.
Segundo, ¿no creen que tal vez tantos
divorcios en la actualidad se deban a eso? Quizás sólo se casan por presión y
cuando les llega el verdadero amor, le hacen daño a su pareja, pues no pueden
seguir en un matrimonio que no los satisface.
Hoy en día las mujeres tenemos otra
visión. Atendemos el hogar, sí, pero el hombre también debe colaborar.
Trabajamos, mantenemos también una familia, y nos realizamos profesionalmente,
cumpliendo metas que van más allá de dejar la cena caliente y que los niños
cumplan con sus tareas.
¿Y como novias? Como novias nos
encantan los hombres caballeros, eso no nos hace menos fuertes ni a los hombres
menos masculinos. Las cuentas pueden estar divididas, las decisiones al igual,
se toman entre los dos y la decisión de dar el paso al matrimonio no debe
resultar de la presión social o del sueño de un “felices para siempre”.
Si una pareja decide casarse, debe
hacerlo porque en verdad siente que su novi@ le complementa, le inspira a ser
mejor persona, le acepta tal cual y como es. Nunca, nunca, nunca, decidan
emprender algo tan serio como un matrimonio sólo porque van llegando a los 30 y
no quieren estar solos.
Recuerden algo: la soledad también se
puede disfrutar. No te cases para hacer feliz a la sociedad, cásate para ser
feliz TÚ y tu pareja.