Una
de mis películas animadas favoritas es Enredados. Me identifico mucho con ella,
especialmente con una escena donde Eugene le pregunta a Rapunzel si está bien y
ella le dice que tiene miedo. Durante mucho tiempo estuvo soñando con algo,
ahora tenía miedo de que no sucediese como ella esperaba. Y si las cosas salían
como ella quería, entonces, ¿qué haría después? Eugene le responde con una
frase que me marcó: “tiene su parte buena, podrás buscarte un nuevo sueño”. Y
así fue como me sucedió.
Todo
comenzó hace unos pocos años atrás: me enamoré de un artista y creí que
necesitaba conocerlo y conversar con él, pero en realidad todo eso me estaba
llevando directo a vivir otras emociones, a descubrir nuevos caminos. Ya saben,
todo tiene su por qué.
Sucedió
por fin el 29 de octubre de este año que está a punto de terminar. No había
escrito al respecto porque son recuerdos que prefiero tener tatuados en la memoria,
además, cualquier cantidad de caracteres no serían suficientes para
describirlo.
Ahí
estaba yo, a sólo días de vivir mi sueño. Tenía miedo. Y una voz en el teléfono
me decía que era lo que siempre había soñado y entonces recordé a Eugene: ahora
que cerraba un ciclo, se estaba abriendo otro.
Pablo
Alborán se hizo realidad para mí. No más videos, fotos, canciones. Era él con
sus pantalones ajustados y sus camisas sencillas frente a mí. Era él y su
sonrisa. Él y sus manos tan blancas que desentonan con el resto de su piel. Era
Pablo y su piel de porcelana.
Abrazos,
sonrisas, miradas, besos, canciones a todo pulmón, fotos, amigas, euforia,
emoción, felicidad en estado puro.
Era
tener a un sueño delante, pero voltear cada cinco minutos a buscar mi nuevo anhelo
con la mirada.
Entonces,
¿es el destino el que se encarga de tejer toda una telaraña de sucesos que
conlleven a otros para acercarnos a una meta verdadera? ¿Luego de un sueño
siempre viene con él otro? ¿Qué tan difícil puede ponerse?
Cuando
se trata del corazón, los deseos son más rudos de cumplir. Aun así, soy de esas
personas que aunque sabe que existe un límite, no deja de correr hacia ese
punto, con la esperanza viva de romperlo. Pero esta vez… tal vez sea yo quien
ha terminado de romperse.
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