Yo,
la que nunca quiso romper un corazón, la que evitó a toda costa ilusionar a
alguien para no hacerle daño. Yo, la que se daba golpes de pecho diciendo que
no haría daño, desilusioné a un hombre.
Imagino que todos en nuestra vida
tenemos ese momento en el cual metemos la pata hasta el fondo y luego no
sabemos cómo reparar el hecho. Pues, hace poco me tocó a mí vivirlo.
Quienes me conocen saben cómo soy con
eso de las relaciones: prefiero estar sola que mal acompañada, a todo el mundo
le busco un defecto para tener una excusa y salir corriendo y me aburro muy
rápido de las personas.
Pero esa vez todo sucedió sin que me
diese tiempo a buscar excusas, sin que siquiera tuviera tiempo de entender si
lo que estaba viviendo era cierto o parte de mi imaginación.
No sé cuántas veces había esquivado el
contacto con J. Me parecía un chico interesante, sí, pero no había querido
saber más. No cuando él estaba en un país vecino y yo no tenía ya más ganas de
un amor a distancia.
Quise escapar, pero no pude. El destino
me lo colocó frente a frente esa noche y acepté conversar con él. No sé si ese
fue mi error pues a partir de ese momento sólo quería saber más y más de su
vida.
Él era realmente dulce. Y aunque su
pinta de chico rudo no asomaba el gran corazón que tenía, yo me propuse
descubrirlo poco a poco. Mensajes, canciones, y video llamadas hasta dormirnos
se me fueron haciendo costumbre.
Pero claro, siempre tiene que salir a
relucir la bocona e impaciente que vive dentro de mí. Y paff, arruiné todo. Por
miedo e inseguridad mentí. Hice creer que no sentía nada, que todo había sido
falso, y salí huyendo para no tener que lidiar de nuevo con un corazón hecho
pedacitos o una relación con un computador.
Ese fue el error. Claro, J ahora me
odia. O si no me odia, al menos ya no quiere saber de mí. No sé cuántos
intentos he hecho para disculparme, pero él no valoró ninguno, así que el camino
continuó y hoy todo ha sanado.
Aún así, yo nunca olvidaré su sonrisa y
tal vez él nunca lea esto o si lo lee no le interese, pero públicamente le
ofrezco disculpas por correr cuando apenas aprendíamos a dar pequeños pasos.
Así es la vida, chicos. Queremos tanto
que algo salga bien que lo único que hacemos es arruinarlo. Pero la vida es
sabia y trae sus recompensas, así que no pensemos en el futuro, sólo vivamos
cada instante.