Tuve la oportunidad hace unos días de leer un artículo acerca de cómo viven el amor los escritores. Decía que nosotros no nos conformamos con una relación mediocre, que siempre buscamos lo más cercano a la perfección debido a que hemos leído y creado tantas historias que no podemos quedarnos con alguna que no nos proporcione las emociones que creemos puede dar este sentimiento.
Entonces comprendí cómo me sentía y me decía a mí misma que tal vez por eso me dedico a esperar sentada a que llegue un mejor verano, con el Sol quemando un poco más fuerte.
Pero entonces tuve una conversación con mi mejor amigo. Sí, el amigo directo y cínico que todos tenemos en algún momento de la vida, que nos ayuda a bajar de la nube y probar un sorbo de la realidad.
Él me dijo que me dedicara un poco a observar a las parejas mayores que tenían muchos años juntos y que si encontraba en ellos esa emoción que tienen los enamorados que apenas están comenzando una relación, que le avisase.
Lo hice y no me quedaron ganas de seguir estudiando el comportamiento de otras personas en el amor. No encontré en las personas mayores que vi rastros de esa emoción que tanto buscamos. Ese amor que nos voltea el mundo y que sientes que con sólo mirar a tu pareja se notará que darías la vida por él/ella. No. Simplemente vi costumbre, cariño, compañía. Fue todo.
Por supuesto, comenté con mi amigo los resultados y simplemente me dijo: el amor para siempre podría convertirse en sólo un contrato. Busca alguien que si bien no te hace sentir lo mejor, por lo menos no te hace sentir mal.
Sí, esa fue la frase que me dejó pensativa: “busca a alguien que por lo menos no te haga sentir mal”. Me niego. Sí, como escritora me niego a creerlo.
Sé que posiblemente tenga toda la razón y que tal vez ese será el motivo por el cual seguiré sola y viviré con una buena cantidad de gatos y en un cuarto alejado del ruido de la ciudad (cosa que tampoco me desagradaría), pero algo muy dentro de mí me dice que las historias de amor DEBEN ser ciertas.
No ese amor de cuentos de hadas, pero sí ese verdadero. Esa historia romántica que alguna vez me inspirará una buena novela, con un final feliz. Porque soy de las personas que piensa que ese tipo de finales no se quedan en los libros, están en la calle, las miradas y la piel.
Soy una ingenua, ¿y qué?
Entre por casualidad a este blog y la verdad me parecio increible lo que escribiste, es tal cual lo interpreto, genial :)
ResponderEliminar¡Me alegra, Virginia! :) Gracias por dejar tu huellita. Un abrazo.
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