Pocos
de nosotros tenemos la oportunidad de decirle adiós a alguien que se nos va
para siempre. La mayoría de las veces quedamos con cosas por expresar, con
ganas de haber compartido otros momentos, con ese sentimiento de
arrepentimiento enterrado en el corazón.
Y no tenemos más remedio entonces que
hablar con la nada, esperando que esos pensamientos lleguen al alma de nuestro
ahora perdido ser querido, deseando que de alguna manera se entere de nuestros
sentimientos.
Me ha pasado recientemente. Me había
alejado. Había evitado contacto con alguien a quien quise mucho, con un chico
con el que compartí día a día y que podría considerar uno de los mejores amigos
que tuve.
Y nunca se lo dije. Creo que más por su
actitud que por falta de comunicación. Sólo una vez él mismo me hizo saber que
me consideraba de sus mejores amigas y yo se lo confirmé muy contenta.
Pero entonces sucedieron muchas cosas y
yo me hice a un lado. Dejé de responder sus mensajes, evité verlo, y así un
montón de cosas de las cuales me he arrepentido, pues hoy en día él no está y
yo no hago más que sentir con mayor peso su ausencia.
No
estuve en su partida. Sólo deseaba quedarme con su sonrisa, con su manera de
caminar, con sus palabras. No con su cuerpo frío en una caja.
Pero eso no es algo extraño. Siempre
nos sucede que cuando no tenemos algo, es cuando más lo extrañamos. Sin
embargo, él desde donde quiera que esté hoy en día, sabe lo que realmente
siento.
Lo cierto es que sentía que debía sacar
lo que llevo dentro. A veces no son palabras, sólo imágenes. De un lado una vida
llena de esperanzas y visión de futuro. Del otro una mente dañada, con un
futuro negro. Dos corazones latiendo a millón. De un lado adrenalina, del otro
miedo. Y en el medio… en el medio un cañón dispuesto a soltar fuego sin
importar nada más.
Entonces se va una vida inocente y se
queda un corazón oscuro, que al final no sirve más que de mal ejemplo, de
dolor, de angustia. Se quedan un millón de lágrimas, de soledad, de añoranza,
de vacío. Y se esfuma el latir de una juventud.
Perder a alguien querido no es fácil,
eso ya debemos saberlo. Por eso, vamos a evitar dejar para mañana ese mensaje
sin responder, ese te quiero sin decir, ese abrazo guardado. Si tienes a
alguien a tu lado, valóralo ahora, no cuando se vaya. Y recemos por sobrevivir
un día más en esta jungla de cemento.
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