El vino es mi mejor acompañante esta
noche, y yo no estoy quejándome de eso.
Hace
varios días que siento la necesidad de estar en soledad, de encontrarme conmigo
misma.
Aunque
esté rodeada de muchas personas, siento que paso mucho tiempo a solas.
Es
como si estuviera buscándome, como si me detuviese cada cierto tiempo a
preguntarme quién soy y qué realmente espero.
Es
una suerte de amor hacia la soledad. Imagino que es porque me he acostumbrado a
ella, porque he pasado mucho tiempo a su lado.
El
vino hoy me acompaña, junto a un buen country sonando en mis oídos, lleno de
notas de nostalgia y ganas de encontrar un destino común.
No
me quejo de él. Es silente, oscuro, frío. Casi como yo cuando me lo propongo.
Tal vez por eso hacemos buena compañía en esta noche estrellada que no alcanzo
a definir.
Y
puedo disfrutar de estar uno con el otro, como si de una pareja se tratara.
Pero mañana... mañana desearé que se vaya, como muchas veces lo he anhelado.
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