Vas
por la vida topándote con parejas que no llenan tus expectativas. En todos
hallas un defecto. A cada uno de ellos le das una excusa para huir. No porque
precisamente desees estar sola, sino porque es mejor estarlo si no te sientes
bien acompañada.
Puede ser que no sepas exactamente lo
que quieres, pero tienes claro lo que no te agrada, y eso es lo que más ves
reflejado en las personas que se te acercan. Por eso continúas sola, con la
frente en alto y pensando que tal vez tu futuro seguirá igual, pues no parece existir
alguien que te llene.
Muchos van del físico, pocos de los
sentimientos. Muchos van de las fiestas, pocos de las buenas conversaciones.
Muchos van de la pasión, pocos de la amistad. Muchos tienen ganas de tenerte
sin esforzarse, pocos en verdad se ganan tu corazón.
Y de repente sucede. Un día cualquiera,
sin esperarlo, llega ese alguien que te demuestra que no todo está perdido. Que
lo que en tu mente se crea, en tu realidad puede aparecer.
Entonces las tardes grises se
convierten en colores. Y tienes a alguien que se preocupa por ti, que pasaría
el día corriendo por la playa sólo para ayudarte a hacer ejercicios. Que se
sentaría a ver el atardecer acariciándote el cabello. Que habla contigo cualquier
tema que surja con claras opiniones, incluso de la sucia política. Que te da
consuelo en los días tristes y te dice que todo estará bien.
Y ese alguien se queda a tu lado a
pesar de tus defectos. Y te dice que eres hermosa precisamente porque no tienes
físico de modelo. Y te recuerda que quiere abrazarte a cada instante, que
quiere saber a qué huele tu cuello y cómo es el sonido de tu risa, que tiene ganas de ti.
Regresa la esperanza acompañada de esas
ganas que tiene alguien de entrar a tu mundo. Esas ganas de hacerte suya, pero
no sólo físicamente, sino de hacerte parte de su vida y que seas parte de la de
él.
Y las escenas de ver pelis abrazados,
comiendo palomitas o manchando tu nariz de helado ya no son cursis, sino llenas
de anhelo. Te das cuenta entonces de que lo que sueñas no es imposible. De que
sí existe en el mundo alguien para ti. En algún rincón, por muy alejado que
sea.
Despiertas cada mañana y el cielo tiene
otro color. Uno fuerte, armonioso. Un color que te grita que no estás sola y,
sobre todo, que tienes un cómplice esperando que le abras la puerta.
Son lindas palabras, pero aun sigo creyendo que no aplica para todos... pertenezco a ese grupo
ResponderEliminarPues, cada uno de nosotros vive las cosas a su manera :)
ResponderEliminarPor casualidad terminé ahogándome en las corrientes de letras y pensamientos que cuentan historias y anhelos diferentes. Tal vez sea por mi espíritu bohemio que nace gracias a las noches sabineras de humo, Dieguitos y Mafaldas que estoy esta noche aquí, identificándome con este texto en particular, añorado y encontrando la perfección en una obra de Botero.
ResponderEliminarPero resulta difícil creer en la cursilería de risas sin sentido, cuando la realidad golpea las puertas que el corazón abrió por ingenuo, por la estúpida esperanza y creencia de la compañía, del amor a necesitar y de necesitar por amar.
Nadie nos enseña a amar en realidad, ni siquiera lo sabemos, pues solo tenemos esa idea heredada por nuestros antepasados que nos han enseñado a someter y someternos a la equivocación de la media naranja, del complemento a la necesidad de amar.
Todavía espero que mi anhelo de un amor comprometido pero libre tome color realidad, en donde exista ese verdadero concepto de amar, de ser dos sin dejar de ser uno. Sé que pronto llegará igual que las estrellas llegan para cantar a la luna.
Excelente texto por cierto, me han vuelto las ganas de escribir de nuevo.
Ricardo Ortiz.
¡Excelente comentario! :) Muchísimas gracias por escribir. Es como siempre he dicho, los libros y el cine nos han dado una idea de amor perfecto y no nos conformamos con menos.
ResponderEliminarUn abrazo.