Me
acostumbré a dormir tarde, a gastarme las horas de silencio haciendo nada y
todo a la vez. A disfrutar de la madrugada.
A quedarme hasta altas horas inventando
historias en mi mente, creando mundos donde todo sale como espero y si en su
defecto sucede algo que no me alegra, por lo menos encuentro fácil una salida.
Mi mente lo puede todo.
Me acostumbré a dejar mi cama fría y a
pensar en toda calma. A dejar que la noche teja sus hilos en mis ojeras y que
el sonido de las estrellas sea mi acompañante.
El sueño ya no llega. Se fue. Huyó. Se
dio cuenta de cuánto lo ignoraba porque prefiero gastarme la vida con los ojos
bien abiertos y soñar despierta, para sentir, vivir, y no dejar pasar lo que
disfruto.
Tal vez mis ojos me pasarán factura más
adelante, pero por ahora no les haré caso. Seguiré quedándome despierta lo más
que pueda, porque esa es la vida, disfrutar de lo que haces y no perder el
tiempo sólo soñando.
Cuando el silencio de la noche es roto por la creatividad de una mente inquieta el insomnio pasa a ser la mejor herramienta de la creatividad del soñador que decidió volcar sus sueños en letras eternas.
ResponderEliminarWow! Mejor dicho imposible =D Gracias, Gilberto. Abrazos.
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