domingo, 26 de febrero de 2012

Deseos a la Luna

        Recuerdo que cada noche me sentaba afuera sólo a observar las estrellas y la Luna en silencio. Les contaba cosas, como si en verdad estuviesen oyéndome y me ayudasen a encontrar el camino correcto.
         Le pedía deseos a la Luna, cada noche, deseos que nunca fueron realmente importantes.
         Pedía mejorar notas, encontrar salidas a problemas, verme bien en alguna cita, arreglarme con mis amigos, que no lloviera el día que debía salir y varias cosas más que tal vez suenen a tonterías pero eran, en ese tiempo, lo que más deseaba.
         Hasta que un día le hice una petición que me cumplió y cambió definitivamente mi vida: deseé un amor y éste llegó a mi vida. Entonces hubo un tiempo en el cual no pedía nada, sólo me sentaba a agradecerle.
         Pero todo eso cambió. Después de un tiempo, regresaron los deseos. Pedía resolver problemas, que me entendiera, que no me dejara, que me ayudara a tener fuerzas para continuar.
         Y así siguió todo. De desear que llegase a mi vida, pasé a querer que saliera de ella y tener el valor suficiente para seguir adelante y olvidar todo lo que había sucedido.
         Entonces, eso de hacer deseos a la Luna cambió totalmente, por eso siempre se dice que hay que tener mucho cuidado cuando se formula un deseo.
         Hoy he vuelto a sentarme a observarla. No le he pedido deseos, pero sí estuve recordando esa época. Y ella sigue ahí, cambiando de fase y de posición, pero siempre sobre nosotros, con su plateada luz iluminando nuestras vidas y concediendo cada deseo que le pedimos, aunque muchos, como yo, ya no queramos hacer peticiones, sólo admirarla.

miércoles, 1 de febrero de 2012

         A veces siento miedo de pasarme la vida esperando.
         Que se me vayan las horas, los días, la ilusión.
         Que desaparezca eso que llaman esperanza.
         A veces siento miedo a quedarme guindada en un reloj.
         A querer escapar y darme cuenta de que es tarde.
         Hay veces en las que creo no soportar.
        Pero entonces se vuelve a reflejar la luz del Sol en la ventana, y descubro que hay una nueva oportunidad y que las esperas la mayoría de las veces valen la pena.

         Ese momento en el que tienes claro lo que quieres, pero no sabes si sea lo correcto ir por ello.
         Es como tomar una gran decisión de vida: exponerte o quedarte en la sombra, esperando que suceda el milagro.
         Esa maldita sensación de que si lo intentas un poco más lo lograrás, pero llega otra caída y dudas… sí, crees que no serás suficiente.
         Pero te levantas y continúas. Olvidas los obstáculos, el límite eres tú.
         Y comienzas a ver señales en todas partes, casi como gritándote: ¡tú puedes!
         Entonces, sólo entonces, sales de tu escondite y enfrentas los rayos del Sol. Esperando así alcanzar tu sueño.