miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mujeres tristes

         
       He leído tantas historias que a veces creo conocer la vida de muchas personas. Sí, porque el escritor siempre deja su huella en los cuentos que pare cada día frente al computador.
         En los últimos días he encontrado muchísimos relatos de mujeres maravillosas, con un talento envidiable, pero es lamentable leer que no hay más que momentos tristes en sus vidas… o sus mentes.
         Describen cómo son dejadas por hombres, traicionadas por amig@s, hechas nada por la sociedad. Entonces me pregunto, ¿qué estamos haciendo mal?
         Tal vez no son ellas las equivocadas y sólo es el mundo girando al revés por unos instantes. Pero no, no es así. La vida se ensaña con las personas más entregadas.
         Y es tanto así, que en una de esas redes sociales a las que soy adicta, tengo como “amiga” a una mujer genial, que parece esbozar alegría en cada palabra y, según cuenta, su vida es una piscina de felicidad que está cada día llena.
         Pero uno de sus últimos estados fue que crearía una especie de santuario donde reunir a mujeres engañadas por hombres para poder ayudarlas a salir adelante, porque sabía que siempre había problemas pero todo había llegado al límite. Contaba que cada día veía a más mujeres sufrir por amor.
         Entonces la verdadera pregunta no es qué estamos haciendo mal, sino ¿quién es el culpable? Y tal vez nunca sepamos la verdad porque cada historia tiene componentes diferentes y así como el hombre puede ser el que ocasionó el dolor, la mujer también puede haber sido la culpable.
         La cosa es que siempre he defendido a los hombres, como ustedes lo saben. Pero esta vez quiero echarles una mano a mi género. Leer historias tan tristes no me dejó muchos alientos como esperaba.
         Y es una lástima, una real lástima que el mundo se empeñe en generalizar. Porque no todos los hombres son malos ni todas las mujeres buenas.
         Además, siempre influyen otro tipo de factores que podrían ocasionar problemas. Pero como siempre me ha gustado hablar del amor y dar consejos que yo misma no aplico en mi vida, quise compartir esto con ustedes y darles algunas recomendaciones.
         Primero, si eres hombre, valora a las mujeres, respétalas, no les hagas daño. ¿Es tan difícil no ilusionar a alguien si no tendrás planes a futuro? Sí, a veces ocurren cosas que hacen que tal vez los planes se vengan abajo pero lo mejor entonces es ser claros, no esperar que pase la vida para luego lanzar el golpe.
         Y si tienes a alguien a quien amas, no le hagas daño. El amor es para hacer feliz y encontrar la felicidad propia, no para ir por la vida queriendo romper corazones o queriendo sacar provecho de eso.
         Segundo, si eres mujer, date tu puesto principalmente. Luego, mira bien a quién vas a entregar tu corazón. Pero, por supuesto, ya sabemos cómo son las mujeres hoy en día, entonces debo decirles: respeta. La infidelidad parece estar a flor de piel, si un hombre es casado o está enamorado de otra, date la vuelta, no tienes mucho que hacer ahí. O sí, sí puedes hacer algo: destruir una historia. Eso no está bien, ¿verdad?
         En fin, la idea de todo esto es decirle que como mujer entiendo la posición de muchas de nosotras y que no me gusta ver cuán tristes pueden llegar a estar en la actualidad chicas que realmente valen la pena.
         Seamos sinceros y justos, señores. No perdamos los valores que alguna vez estuvieron reinando en el planeta. Mientras más cosas buenas hagamos, mejor nos irá en la vida. Recuerden la regla de tres.
¡Vivan y dejen vivir!
            

martes, 28 de diciembre de 2010

Clavada en unos ojos


Todos nosotros hemos tenido uno de esos momentos en los que ves a alguien una sola vez en tu vida pero no se te va nunca su rostro de tu memoria.
Así le pasó a M. Pero parece ilógico de parte de ella. Imagínenla. Una de esas chicas que va por la calle adivinando dónde va a pisar porque lleva el celular en su mano y si le dices algo no te oirá, va metida en su mundo musical.
Vive en una agitada capital donde tiene que caminar a alta velocidad si no quiere ser atacada por la multitud. Todos la miran cuando pasa, porque su figura es envidiable y su cabello podría brillar más que el sol. Pero ella ni siquiera lo nota. Está demasiado ocupada con su vida como para preocuparse de si la miran o no, de si alguien nota su presencia o la ignora.
Pero siempre llega el momento en el que alguien logra capturar la atención del más descuidado. Y ese día le llegó el turno a M.
Esta vez no tenía un teléfono en sus manos. Iba en un tren lleno de gente que se golpeaba para poder entrar o salir y donde el calor llegaba a ser insoportable. Pero eso no parecía importarle. En la esquina se refugiaba en un libro que siempre llevaba en su bolso, y entonces se metía de tal manera en la historia que el mundo real podía venirse abajo y ella no lo notaría.
Se quedaba en una de las últimas estaciones, por lo que el vagón iba quedando cada vez más solo. Entonces sintió una mirada sobre ella. La ignoró por unos momentos, pero tenía fuerza y no podía seguir evitándola.
Levantó la mirada, poco a poco, con timidez, y ahí estaba parado él, mirándola. Unos grandes ojos color café la miraban con una suerte de admiración, con curiosidad. Ella no pudo evitar sonreír mientras el tren se detenía.
Él no devolvió la sonrisa. Caminó hacia la puerta y se esfumó como si hubiese sido un fantasma.
M no lo podía creer. Los ojos más hermosos que había visto en la vida la miraron. Se arrepintió de no mirar antes. Se arrepintió de sonreír. Se arrepintió de no haber dicho palabra alguna.
Y esa noche no le fueron suficientes los libros, la música o su celular. Esa noche no estaba en un mundo irreal, estaba clavada en unos ojos.


lunes, 27 de diciembre de 2010

Perdón



Siento no poder regalarles esta vez un cuento de esos que a ustedes les gustan. Esta entrada es para disculparme con muchas personas a las que he olvidado un poco en los últimos días.
Sé que lo más normal sería que le escribiera a cada una para pedirles perdón, pero aún no sé ser hipócrita.
Entonces, mejor les digo aquí mis razones y mis faltas, al final eso era lo que quería, disculparme públicamente.
No han sido unos días buenos para mí, como algunos de ustedes lo saben. Entre estrés, problemas y demás situaciones que no vienen al caso mencionar, mi vida se desestabilizó un poco.
Sé que muchos de ustedes estuvieron, están y seguirán estando ahí para oírme, aconsejarme y también regañarme por mis errores. Pero ahí es donde se encuentra el motivo de mi distancia: no quiero más de eso.
Admiro mucho a uno de mis mejores amigos porque tiene una habilidad enorme para patear las frases cliché. En estos días no he querido ser él, he preferido no oírlas.
Y sí, sé que ustedes también me han necesitado y por eso pido perdón. Pero no podría ayudarlos a ustedes si a veces no puedo ayudarme a mí misma.
A muchos he dejado de verlos, no porque no quiera, sino porque a veces no he podido o, como la mayoría, no me proponen lugares a los cuales podría agradarme ir.
A una persona triste no le gusta ir a un sitio lleno de gente a oírlos borrachos. O al menos a mí no y no es mi manera de levantarme. Por eso me duele también que tras años de amistad no conozcan esa parte de mí y me consideren alguien que “saca el cuerpo”, por decirlo de manera decente.
Todos hemos tenido problemas y nos apoyamos hasta donde pudimos. Gracias por eso, de corazón.
Por otro lado, hay a quienes no les atiendo llamadas ni mensajes. De nuevo: perdón. Estoy en esa etapa en la que no quisiera hablar con gente que sé me dirán lo mismo. De hecho, siento que empiezo a odiar enviar mensajes y hablar por teléfono.
Y no, para mí alejarme no es la manera de pedir atención. Es la manera de decir: déjenme extrañarlos.
Los llevo muy dentro de mi corazón y ustedes lo saben. Saben que siempre he estado en las buenas y malas, y de la misma manera muchos de ustedes saben que mi manera de recuperarme es huyendo del mundo. O al menos de algunas personas.
Escribo esto porque quiero que sepan que les deseo de verdad unas felices fiestas. Que este año significó mucho para mí gracias a ustedes, quienes le dieron color a mis días y un significado diferente a cada momento.
Son los mejores, no en vano son mis mejores amigos.
Gracias por todo el apoyo que me han dado. Gracias por oírme, leerme, regañarme, levantarme, emborracharme, quererme y apoyarme en todas y cada una de las locuras que se me ocurren a diario.
Los extraño, pero no los quiero de nuevo diciéndome qué hacer. Quiero cometer errores y volver a perder mis dientes con el asfalto.
Entonces, algún día, en vez de decirme: te lo dije, yo les diré: me lo dijeron.
Amigos, son los mejores del mundo y los adoro con todas mis fuerzas. Sobre todo Marco, Alfonzo, Nayibe y Ernesto.
Perdón por a veces ser demasiado yo, pero en algún momento regresaré.
Extráñenme y no me odien.

Año 2010


Para estos días es típico hacer un balance acerca del año que termina y de alguna manera ver qué tanto te ha dejado y qué tanto perdiste.
Debo decir, con absoluta seguridad, que este año fue de evolución en varios aspectos de mi vida.
No comenzó nada bien.
Mudanzas, problemas familiares y financieros me hicieron ver y valorar al mundo de otra manera.
Desde los primeros meses empecé a experimentar una suerte de cambio total en mi manera de pensar y mi forma de enfrentar las cosas.
Dejé atrás cinco años de tortura. Borré un amor enfermo que estaba sintiendo en mi corazón. A los golpes, pero lo logré y ha significado una nueva y maravillosa etapa para mí.
Ayudé a cerrar círculos, mejoré en la universidad y cumplí el primer año en mi trabajo.
Este no fue el año de leer, como anteriores, fue el año de las películas. Puedo asegurar que vi más películas que en toda mi vida y eso me deja cosas muy buenas. Siempre traen consigo reflexiones.
Aprendí, en estos 365 días, que nunca se debe decir “de esta agua no beberé”.
Conocí personas maravillosas y de la misma manera me alejé de muchas otras.
Siempre he sido del tipo de persona que si no aportas nada bueno en mi vida, mejor no te dejo entrar a ella.
Hay quienes quieren entrar a la fuerza pero hay candado y la llave está en el mar.
Por supuesto, conocí el lado malo en todo esto. Envidia, personas con ganas de hacer mal, gente que no tiene vida propia. Todas esas personas hoy en día tienen algo que le pedí a mí Dios que les regalara: felicidad.
Pero no sólo evolucioné y aprendí, también conocí al amor.
Ese que siempre esperé y que no tenía la remota idea de que encontraría.
Ese que hace que mi estómago se llene de las famosas mariposas.
Ese amor que me hace cada vez mejor persona.
Ese tipo de amores que te hacen cursi y entregada. La suerte de pasión que siempre deseé.
Pero no sólo es amor a un hombre, también amor a la religión. Hace años atrás había dejado a un lado mi verdadero camino, pero ahora lo recuperé. Encontré quién soy, en quién realmente creo y lo que en verdad le da paz a mi espíritu.
Y no, no soy de hacer planes para años próximos. Prefiero que el destino sea el que decida.
Por los momentos, sólo me queda agradecerle al 2010 el haberme dado la oportunidad de dejar atrás el pasado, compartir con amigos maravillosos, conocer tanta gente y poder amar.
Querido 2010, te vas y te pido que te lleves todo lo malo que pueda haber en las vidas de las personas que me rodean.
Fuiste un año maravilloso, lleno de sonrisas y llantos. De locuras y de sensatez. De enfermedades y salud. Gracias por  tus 365 días. ¡Fuiste uno de los mejores!
Hasta nunca.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Manipula...y perderás



Mientras leía blogs al azar me encontré con una nota donde decía una frase bastante llamativa. Era: “Para manipular a un hombre sólo hace falta ser mujer”.
Entonces brotó de mi piel ese espíritu machista que siempre me ha llenado. Porque sí, no estoy a favor de las mujeres ni de las generalizaciones, como bien lo saben.
Quise hacer una suerte de análisis de esa frase. Puedo empezar diciéndoles que manipular no es más que manejar. Pero lo que se maneja son objetos, es decir, debes tratarlo como un objeto para que haga lo que deseas, por lo tanto estarías rebajando su condición.
Pasas tú a ser una persona sádica. No cruel, sádica.
Y, por medio de la crueldad, haces que el hombre se sienta inferior y entonces poder manejarlo a tu antojo. Pero eso no te hace ganar nada: te hace inferior a ti.
¿Por qué? No hay ser más egoísta que un manipulador.
Es simple. Si alguien debe hacer algo por ti es porque quiere, porque le nace, no porque lo obligues.
Por supuesto, hay ciertas maneras de tratar a las personas para poder, digamos, influir en sus respuestas. Es más que todo algunas técnicas de relaciones humanas. Eso no quiere decir que todo deba hacerlo a tu conveniencia. No estarías con un hombre por lo que es, sino por tu reflejo. Mal reflejo, por cierto.
Siempre debe existir la libertad de poder hacer y decir lo que queramos. Las mujeres no pueden pretender que van a manejar a alguien, porque en el fondo no se estarían manejando ni ellas mismas.
Además, ¿para qué quieres que alguien sea igual a ti o actúe siempre, siempre a tu conveniencia? Eso sería aburrido.
Claro, las mujeres tenemos técnicas. Algunas utilizan los sentimientos, otras el buen sexo, otras, aunque parezca más loco, la agresividad.
Pero me declaro totalmente en contra de ellas.
Seamos y dejemos ser.
No hay nada más maravilloso que te den amor porque te lo ganaste, no porque lo exigiste.
Agarren consejos, mujeres de la vida.
That’s all!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Brujas


Esto lo encontré una noche mientras buscaba información acerca de la religión Wicca.

Me gustó muchísimo ya que nos describe, a las brujas, de la manera correcta.
Espero que les guste.



Nosotras no somos malvadas. 
No dañamos ni seducimos a la gente. 
No somos peligrosas. 
Somos gente común como tú. 
Tenemos familias, trabajos, esperanzas y sueños. 
Nosotras no somos un culto. 
Esta religión no es una broma. 
Nosotras no somos como tú piensas por ver la televisión. 
Nosotras somos reales.
Nosotras reímos, lloramos. 
Nosotras somos serias. 
Nosotras tenemos sentido del humor. 
No tienes que temernos. 
Nosotras no queremos convertirte. 
Y por favor no trates de convertirnos. 
Sólo danos el mismo derecho que te damos: vivir en paz. 
Nosotras somos mucho más de lo que piensas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Álbum de fotos


¡Qué cosas vives cuando abres un álbum de fotos viejas!
El proceso es más o menos el siguiente.
Te ríes de cómo vestías tú o las personas en la foto.
“Mira la camisa, jajaja”.
“¿Y esos pantalones tan feos?”
“Jajaja, ¡cómo se irán a burlar de nosotros en el futuro”.
Tu cara o la de los que salgan en las fotos también es motivo de risas sin parar.
O salen con cara de sueño, o con los ojos muy grandes, o con la sonrisa volteada. Siempre encontrarán algún defecto.
Y no pueden faltar los peinados.
“Jajaja, ¿qué estaría pensando yo cuando me dejé esa pollinita?”.
“El traki-traki en los cabellos de mi papá, pues, jaja”.
Por supuesto, no falla la frase: “qué gord@/flac@ era”.
O “Menos mal que crecí”.
Pero siempre llegaremos a esa foto que nos traerá recuerdos.
Bien sea de alguien de tu pasado, alguien que falleció, algún lugar especial,  ese momento que jamás olvidarás y quedó grabado en un retrato.
Y comienzan los comentarios.
“Qué divertido”.
“Ojalá todo fuese como antes”.
“Cómo l@ extraño”.
“Jaja, ese momento fue genial”.
“Quisiera volver ahí”.
Pero no siempre los recuerdos son felices. A veces, traen consigo un montón de anhelos que quedaron sepultados en un cúmulo de días que se fueron. Ves en la cara de alguna persona ese algo que sientes que es parte de ti, de tu vida. Y te arrepientes, quieres devolver el tiempo, quieres estar en ese lugar o con esa persona y hacer que todo sea distinto, que todo valga.
Pero lamentablemente son eso: fotos.
Fotos que siempre nos harán sonreír, llorar, compartir, recordar, conocer, imaginar, soñar, volar con nuestra imaginación.
Gracias a Dios existen.
Sin ellas, los recuerdos no tendrían sentido.




jueves, 2 de diciembre de 2010

Días buenos y días malos


Todo el mundo tiene días buenos y días malos.
Pero también existen esos días en los que no sabes qué sentir, qué pensar, qué hacer.
Simplemente estás inerte.
Viendo el mundo pasar.
Y escuchas una canción y te reflejas.
O quieres gritar.
Y necesitas ser querid@.
O simplemente no quieres saber de nada.
Y te das cuenta de que tienes todo a tu alrededor pero aún así tus ojos siguen llenos de lágrimas.
No entiendes nada.
No sabes nada.
No sientes… o no quieres sentir.
Quieres volar, dormir, correr, golpear, o cualquier cosa que no te haga pensar. Que te ayude a desaparecer de esto que llaman mundo por un momento.
Pero eso se vuelve imposible. Entonces sólo queda vivir. Respirar, continuar.
Hundirte en el frío de la noche y hacer el intento de seguir con vida mientras sientes que algo dentro de ti no está bien.

Pero todo el mundo tiene días buenos y malos.
Y de eso se trata la vida, de valorarlos a ambos y de aprender de ellos… aunque duela y no lo entiendas.