miércoles, 12 de septiembre de 2012

Tengo miedo, Venezuela


         Tengo miedo. Y tal vez esa no sea la mejor frase para empezar este escrito ni éste tampoco el tema al cual estoy acostumbrada a escribir, pero es lo que siento en estos momentos con la actual situación de mi país.
         No sé mucho de política, sólo lo básico, pero creo que no hace falta ser el más estudiado en ese ámbito como para darse cuenta cómo ha cambiado todo y cómo nos vamos hundiendo un poco más cada día.
         Tengo miedo, Venezuela. Principalmente porque soy de ese tipo de personas que se ilusiona muy rápido y que le duelen el doble las caídas… y ya me ha pasado en otras ocasiones que pongo todas mis esperanzas en un nuevo camino y los sueños se me vienen abajo.
         Crecí viendo a mi país dividirse. Es increíble la manera en la cual nos odiamos por pertenecer a uno u otro bando. Es insoportable saber que allá afuera hay gente dispuesta a agredirte sólo porque piensas diferente.
         Ahora tenemos una oportunidad para reconstruir todo lo que se ha venido abajo. Un nuevo chance para abrazarnos como venezolanos y no como miembros de un partido político ganador, sino como hermanos, como lo que al final somos.
         Sin embargo, tengo miedo. Debo aceptar que intento ponerle mucha fe a este nuevo camino que se nos propone, de hecho, lo apoyo 100%, pero me da tanto desasosiego ilusionarme con que esta vez vamos a salir ganadores y que al final se nos den unos resultados contrarios y que todas esas metas por cumplir me las tiren a la basura.
         Ya me ha sucedido antes. Ponía toda mi fe en un candidato que prometía, parecíamos tener en nuestras manos un pase directo a una mejor Venezuela pero luego nos arrebataban esa fe, esas ganas. Y la sensación es indescriptible. Es como si estuvieses atrapado en un callejón sin salida y nada de lo que está alrededor te ayuda a encontrar la solución.
         Para muchos abandonar el país no es una opción, pues no debemos dejarlo, sino luchar por él, pero viendo tanta violencia, división, sangre, odio, pobreza e ignorancia, ¿a quién le quedan ganas de quedarse?
         Te quiero libre, Venezuela. Quiero que jóvenes como yo volvamos a tener la certeza de que podemos triunfar. Que pensemos en prosperar, en compartir unidos, en salir a la calle sin ese miedo de no regresar jamás.
         Te quiero bonita, mi Venezuela. Digna de ser admirada y visitada por el mundo entero. Que todos podamos decir que tenemos buena calidad de vida y que nadie se vaya a la cama con lágrimas en los ojos.
         Tengo miedo de no volver a verte así nunca. Tengo miedo de que el color gris siga inundando este país. Porque no, no lo tiñe el rojo, lo pinta el gris y cada día se hace más profundo.
         Tengo miedo a hacerme ilusiones de que esta vez sí podamos encontrar un camino. Aún así, saldré a luchar en estas próximas elecciones, con la frente en alto y las piernas temblando, esperando un resultado que nos puede cambiar la vida a todos.


                                                                                      

domingo, 9 de septiembre de 2012

Te espero


         Dicen que no debemos esperar que llegue el amor, y tampoco buscarlo. Que llegará en su momento, pero que no sabes cuándo será ese día, ni tenemos un poco de idea de cómo hacer para que se apresure.
         Pero yo te espero. Te espero paciente y te confundo. Siempre te confundo entre ojos oscuros y barbas cuidadas. Creo encontrarte entre ilusiones y promesas incumplidas.
         Sin embargo, me doy cuenta de que no, no eres tú, que te tardas, que te tengo lejos aún. Que esperarte es complicado y que buscarte me deja un vacío aún mayor que el que ya sentía antes.
         Me hago dueña de finales felices de cada libro que me devoro y los pondré en tus manos para que me ayudes a traerlos a la realidad. Pero no estás, y aún así conservo mi esperanza intacta.
         Y me arreglo el cabello y me pinto de rojo amor los labios para ver si cuando aparezcas me reconoces. Sacudo las penas de mi ropa y me calzo de esperanzas, creyendo que en algún momento inesperado nuestras miradas van a cruzarse.
         No te conozco, pero te extraño. Y sé que estás lejos, lejos, lejos. En sueños, construyo puentes para acercarme a ti. Para que un día quieras cruzarlos.
         Dicen que no debemos esperar al amor, pero yo me visto cada noche esperando que algún día seas tú quien quiera desvestirme.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Receta para ser feliz


        Hay días en los que tenemos el corazón hecho pedacitos pero no nos queda más que enfrentar la vida e intentar ponerle todo el pegamento posible a nuestros sentimientos para que no nos hagan perder más cosas en el camino.
         Pero, ¿cómo podemos lograrlo? Yo tengo una fórmula cliché: sonreír. Pero no sonreír de mostrar los dientes y listo, sino sentir que sale de ti. Hay una serie de cosas que podemos aplicar durante el día para intentar mejorar nuestros ánimos. Yo le llamo “receta para ser feliz” y aquí te la voy a contar.
         Comienza desde que abres los ojos. Lo que ves a tu alrededor tal vez no es lo que deseas: una cama vacía, una persona fría a tu lado, un lugar en el cual no estás cómodo, etc. Ignora eso. Respira profundo, agradece por estar viv@ y piensa positivo: hoy será un gran día. (Sí, debes creértelo).
         Arréglate. Ponte guap@ (o al menos inténtalo) y piensa que tu mejor prenda de vestir, tu mejor accesorio, tu mejor máscara, es tu sonrisa, forzada, falsa, o como te salga, pero sonríe.
         Da los buenos días en cualquier lugar al que entres. Las personas no siempre van a responderte, pero te sentirás bien por ser educad@ y no parecer un zombie más de la sociedad.
         Mientras vas al trabajo, universidad o a donde quiera que te dirijas, mira lo que hay a tu alrededor e intenta darle un valor a cada cosa. No, no a los edificios ni a los autos, sino a la naturaleza. Las nubes, el clima de este día, las montañas, los árboles, la brisa que corre y juega con tus cabellos.
         Realiza tus actividades de manera relajada. No hagas las cosas por hacerlas, sino para que queden bien hechas, si no, no tendrían sentido. Ponle amor a lo que creas, y si no te gusta, te fastidia, quisieras estar haciendo algo distinto, piensa en todas las personas que no tienen la oportunidad de realizar nada en esos momentos.
         Si te toca trabajar con el público, ármate de paciencia y no lleves esa película que creas en tu mente, asesinando personas, a la vida real. Imagina que estrangulas a quien quieras, pero sonríeles y dales un trato amable, que la ira no salga de tu mente y recibirás el mismo pago de vuelta.
         Cuando comas, disfruta de la comida, saborea cada cosa, valora cada bocado que llevas a tu boca y agradece por tenerlo. De regreso a casa, vuelve a disfrutar de lo que te rodea. Dicen que las personas sensibles ven lo que está a lo lejos y disfrutan más de los detalles, tal vez tú seas una de esas personas y puedas percibir lo que está más allá de tus narices.
         Una técnica que mi mejor amigo y yo siempre aplicamos es intentar adivinar la historia de las personas con las cuales nos topamos en la calle. Imagina cómo son sus vidas, cómo reaccionarían ante alguna situación o cuáles serán sus mejores recuerdos. Eso hará que te pongas en otros zapatos y aprendas a valorar el lugar en el cual estás ahora.
         Cuando de nuevo estés en casa, da amor a quienes te rodeen. A tus seres queridos siempre demuéstrales cuánto valen para ti, no sabes si los vas a tener mañana. Si debes solucionar algo, no lo dejes para otro día. Si has de decir algo, dilo. Si sientes que tienes que abandonar, abandona. Pero no postergues nada, el momento es ahora.
         Si aún tienes tiempo, realiza actividades que te gusten, te relajen o te hagan sentir mejor. Harán que sientas que tu día fue más productivo y también alejarán de ti las tensiones.
         ¿Suena como un día agotador? Es sólo porque estamos acostumbrados a ir por la vida sin detenernos a ver lo que hay alrededor, sin valorar las sonrisas y tratando a todos como mejor nos parezca, pero eso sí, queriendo que nos traten de la mejor manera posible cuando no nos lo ganamos.
         No es fácil, pero podemos intentarlo. Tal vez más adelante nos demos cuenta de que vale la pena, de que merecemos sentirnos mejor, de que el mundo entero nos necesita siendo mejores personas.
         Tal vez esta no sea la mejor de las recetas, pero se acerca mucho a lo que yo aplico cada día. Así que espero que sirva de algo y que de tanto hacernos creer que somos felices, al final lo logremos.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

26


      “Son tus 26 y no debes dejarlos pasar por alto”, me dije a mí misma esta tarde. Algo debía escribir, pero pisar esta edad no iba a ser un suceso más, sin importancia.
         ¿Por qué lo tomo de esta manera? Porque estoy en la segunda etapa de los maravillosos 20. Es como entrar en la mitad de esa época en la que debes quitarte el disfraz de joven para vestirte de adulto, maduro, serio, aunque por dentro sigas teniendo ganas de hacer locuras de adolescente.
         A los 26 la mayoría de las mujeres tienen un compromiso, se han casado o ya tienen hijos. Yo, en cambio, tengo una vida por delante para planear ese tipo de cosas. Mientras, sigo buscando a esa persona que aún pienso que no existe y continúo con mi idea de que no quiero traer niños a un mundo tan revuelto como este.
         Soy una persona impar hoy en día, aunque haya caído en una edad par. No sé si alguna vez volveré a ser dos, pero lo cierto es que mientras, paso de reuniones familiares donde me acosen para que me case o me presionen porque la edad se me está subiendo.
         Estamos en una nueva época, en la cual las mujeres tenemos mucha más libertad y nuestras prioridades están más basadas en superación personal y profesional que en encerrarse en casa a cuidar de una familia.
         He perdido un poco el camino, es cierto. Pero aquí sigo. Con un año más, esperando disfrutar de la vida, para continuar en el camino, esperando que algún día llegue ese alguien, y despojándome poco a poco de la ropa de joven inmadura.
         Tal como un tren que corre sin detenerse, mi vida va pasando de estación en estación y yo con estos 26 apenas me siento en primavera.