domingo, 27 de enero de 2013

Discutir para ponerle emoción


        Hoy un amigo me dijo: “me gustaría tener una novia que no importa cuánto discutamos, igual nunca dude que la quiero” y me hizo pensar mucho en algunas situaciones de la vida a las cuales me he visto expuesta.
         Sabemos lo difícil que es estar con alguien con quien siempre discutamos. Llega a cansar, a aburrir, a hacer que busquemos estar en paz. Sin embargo, a veces hay que saber llevar esas discusiones, pues, aunque suene extraño, pueden mantener sana una relación.
         ¿Por qué? Porque si todo fuese de color rosa, nos aburriría. Como dice el mismo chico de la frase inicial: “lo bueno no es la pelea, sino la reconciliación”. Ahora bien, ¿qué sucede cuando esas personas se enfrascan en reñir y no en la solución? Pasa que la reconciliación tarda más en llegar.
         A veces es una mera cuestión de orgullo, de no aceptar derrotas, de querer llevar siempre la razón. En otras ocasiones se trata sólo de no entenderse, o de en verdad no querer solucionar las cosas.
         Una vez alguien me dijo que cuando en verdad quieres estar con una persona, debes aceptar sus defectos, entender sus manías y saber convivir con él/ella. Yo, llevando eso a este tema en específico, lo traduzco como: si tienen diferencias, ¡arréglenlas! No, no se trata de tirar las cosas a la basura, sino de enfrentarlo.
         ¿Qué no le gusta que seas sec@ con esa persona? ¡Mejora! ¿No soporta tu mal humor? ¡Suavízalo! ¿Tienen diferentes opiniones? Busquen el equilibrio entre ambos para que puedan quedar conformes los dos. Pero, ¿saben qué? No lo dejen sin al menos intentarlo, pues no saben de qué se estarán perdiendo.
         Por experiencia propia sé que en muchas ocasiones por tener opiniones encontradas las personas creen que son tan diferentes que nunca podrán encajar, pero de eso se trata, pensar todo igual debe ser aburrido, ¿no?
         Y después de analizar todo esto vuelve a mi mente una frase que me dijeron hace mucho tiempo, cuando era una adolescente: “quédate con quien piense que tus defectos y tu humor son la cosa más valiosa que tienes”.
         Ahí se los dejo…

martes, 22 de enero de 2013


        Estoy frente a ti. Mis piernas tiemblan. Mi corazón está acelerado. Te miro y mis ojos se llenan de lágrimas, pero bajo la mirada y finjo estar bien. Preguntas qué me sucede y yo sacudo la cabeza, para que no notes que me muero de ganas de decirte que te echo de menos.
         Me cuentas que todo va bien, pero te noto nervioso. Tu mirada es triste y siento que intentas decirme algo que no logra salir de tu boca. Evitando echarme en tus brazos me despido. Me das un abrazo fuerte, como si no quisieras soltarme, como si lo hubieses estado añorando.
         Sin mirarte siquiera, me aparto de ti y me marcho, pero me detienes. Posas tu frente en la mía y con un tono de tristeza me dices que me extrañas, que todo este tiempo me has pensado y que quisieras que todo volviese a estar bien.
         Una lágrima corre por mi mejilla, roza mis labios y la borras con un beso que habíamos estado esperando por mucho tiempo. Me hundo en tus labios, no quiero que volvamos a separarnos nunca. Pero algo sucede.
         De repente despierto y mi cama está vacía. No puedo levantarme de ella. Todo fue un sueño, uno de esos que no quisieras tener nunca pues te recuerda cuánto duele que no sea real.
         Las lágrimas corren por mis mejillas y el Sol se asoma por la ventana y yo… yo sólo quisiera no volver a despertar.

domingo, 20 de enero de 2013

No critiques, sugiere


        He estado analizando últimamente cómo actúan muchas personas cuando se relacionan con otras. Todo parece estar basado en la crítica. Aunque muchos van a decir que no les gusta criticar, que yo también lo hago y que existen críticas “positivas”, deben ser sinceros con ustedes mismos: todos lo hacemos y ninguna es positiva.
         Primero, pensemos en eso de las críticas “positivas”. Cuando quieres decirle a alguien que algo te parece mal, no es un comentario positivo. Le estás diciendo que lo que realizó no está bien para ti, por ende, eso no es muy positivo que digamos. Si, por el contrario, le hicieses un comentario respecto a algo que no te agrada pero que sabes podría mejorar, entonces ya no es una crítica, es una sugerencia.
         Por ejemplo, no te gusta el reggaetón y le criticas a tu hermana que lo escucha, le dices que ella no entiende que esa música insulta a las chicas y un montón de cosas más negativas: estás criticando sus gustos y decisiones. Sin embargo, si le dijeras un día que piensas que, según su manera de ser, debería escuchar algo distinto y le recomiendas otro estilo que podría interesarle, entonces estás sugiriéndole algo, no criticándola de manera positiva.
         Según el escritor Dale Carnegie, en su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” lo ideal es elogiar un poco y luego decir lo que no te parece, pero sin utilizar el “pero”, pues enseguida la persona pensará que estás utilizando un halago falso, sólo para disfrazar la crítica.
         Lo mejor, entonces, es usar el “y”, para que no se sienta como un llamado directo a su error. Como ejemplo, coloquemos a uno de nuestros amigos, que presentó recientemente una exposición de fotografías que nos parecieron sin vida alguna. Nunca le digas: “oye, Luis, me gustaron tus fotos pero creo que se hubieran visto mejor si les hubieses dado más color”. Lo correcto sería decirle: “Luis, tus fotos me gustaron mucho, seguro al público también y si te esfuerzas más y las haces más vivas seguramente conseguirás que cada vez más personas valoren tu trabajo”.
         Luis, en ese momento, quedará conforme con tu comentario y podrá tomarlo en cuenta, pues no será algo tan seco como una critica directa, sería entonces una recomendación.
         Como dice Carnegie en el libro antes mencionado: “El mero cambio de una pequeña palabra puede representar la diferencia entre el triunfo y el fracaso en cambiar a una persona sin ofenderla o crear resentimientos”.
         Sabemos que todos nosotros nos sentimos expuestos hoy en día a las críticas y odiamos cuando nos las hacen. También tenemos claro que todos participamos en ellas, aunque unos tienen más tacto que otros. Lo que quiero decirles es, no que dejen de hacerlo, sino que aprendamos a decir las cosas.
         Detrás de cada trabajo realizado, de cada acción, de cada palabra, existe alguien y no sabemos qué tanto se esforzó por hacerlo como para que nosotros, con nuestras palabras rudas, hiramos sus sentimientos y creemos resentimientos.
         Si aprendemos a ser un poco más sutiles, a sugerir en vez de criticar, el mundo será un lugar más llevadero y las relaciones con nuestro prójimo serán mucho más agradables.

domingo, 13 de enero de 2013


-¿Puedes cambiar esa cara?- le dijo mientras la observaba pegada al vidrio de aquel frío lugar, con la mirada perdida entre las personas que caminaban afuera.
-No. Me cansé de fingir una sonrisa ante todos. Esta vez toqué fondo.- respondió, sin siquiera voltear a mirarlo.
-Has decidido. Tú lo dejaste ir. Era lo que querías, ¿no?
-Sí. No podía seguir sintiéndome así.
-¿Entonces? ¿Ahora qué sucede?
-No me sostuvo. Esta vez dejó que me fuera.
-También estaba cansado- dijo mientras pasaba los dedos por su frente, demostrando poca paciencia.- Dejó la puerta abierta, nena, tú se la cerraste en la cara, pero él dejó la suya abierta.
-¿Para qué? ¿Para regresar cuando yo ya no sienta? Ya me sucedió. Sé lo que viene.
-Esa vez tú fuiste quien dejó la ventana de par en par.
-Y cuando volvió, traía para dar todo lo que yo le había estado pidiendo pero, ¿qué?, ¿sirvió? Yo ya no sentía por él. Lo solté, lo dejé ir, con un adiós cancelé todo. Así soy yo. Arranco de raíz. Regresó tarde. Eso mismo sucederá ahora.
-Necesitan sanar.
-Lo sé.- asintió, tomando un sorbo de café.- Pero cuando dos personas se quieren, no se alejan. Están juntas, superan, si algo falla, lo mejoran, no lo echan a la basura.
-¿Por qué no fuiste clara con él?
-Lo fui tantas veces.- esta vez volteó a mirarlo a los ojos, con tono de gran sinceridad.- Le dije lo que sentía, el por qué todo se estaba perdiendo. Era como si, por primera vez en mi vida, le pidiera a alguien que no me dejara ir, pero él estaba sordo. Todo continuó igual. Yo creo que no me sentía. Eso. Yo siempre soy la que quiere más.
-No, querida,- apretó fuerte su mano- tú, con ese corazón que tienes, eres simplemente una mujer a quien hay que querer cada vez más.

viernes, 11 de enero de 2013


              Me voy a quedar contigo. Me voy a quedar con todas las fotos que nos envíamos. Me quedaré con todas nuestras notas de voz. Con las conversaciones sin tema específico por Skype. Con tus buenas noches, con tus buenos días. Con las historias que cada día imaginamos. Con los sueños que tuvimos. Con nuestras esperanzas. Me quedaré con las ganas de mirarme en tus ojos. Con las canciones compartidas. Con cada frase que dijimos durante estos meses. Me quedaré contigo. Con las lecciones que me diste. Con las veces que discutimos, porque eso forma parte también de nuestra historia. Me voy a quedar con tu paciencia conmigo. Me quedaré también con tus lágrimas, rodando por nuestras mejillas. Aunque no te quedes, me quedaré contigo.