miércoles, 30 de mayo de 2012

Crónica de una graduación tardía (Parte II)


        Ayer entré a la universidad siendo bachiller y salí siendo toda una licenciada. Sin dudas fue un día que ha marcado toda mi vida. De ahora en adelante soy una profesional y comienzo una nueva etapa.
         Debo contar que ese “entrar a la universidad” estuvo a punto de no realizarse. Incluso, hubo tantos impedimentos que haber logrado concluir el acto fue un verdadero milagro, si es que éstos existen.
         Todo comenzó con una protesta que generó una cola nada normal para poder acceder al recinto universitario. Entre discusiones con las “autoridades” y con algunos participantes de la manifestación, el ánimo se me puso por los cielos. Ya saben, esa suerte de adrenalina que se sube en la sangre.
         Todo continuó de manera normal. Saludar a mis compañeros, tomarnos 24874841521 fotos para farandulear en el Facebook y esperar y esperar que todo estuviese listo para entrar a firmar el acta de grado.
         En medio de la espera se corrió el rumor de que la madre de uno de nuestros compañeros había muerto y le avisaron justo en ese momento. Fue bastante triste, pues si bien no es fácil perder a tu mamá, ni imaginar si es en una ocasión tan importante como esa.
         Por supuesto, los problemas con la electricidad no podían faltar. Todo el acto lo realizamos sin energía eléctrica y locos por terminar de firmar y salir de allí a celebrar.
         Siempre nos alentaban. Nos decían que no podíamos perder la emoción ni dejar de disfrutar de nuestro día. Aún así, seguían sucediendo cosas que parecían indicar que estábamos en el momento y lugar equivocados.
         Una compañera tuvo un accidente, se cayó por las escaleras y luego tuvo que abandonar el acto para ir a recuperarse. ¡No era el día! Pero continuamos, contra viento y marea, y conservando la excitación.
         Reímos mucho cuando a cada uno los iban aupando con apodos y frases que los caracterizaron durante toda la carrera y al menos yo no podía creer que por fin estaba viviendo ese momento, que al fin iba a poder disfrutar de este éxito que soñé durante tantos años.
         Pero no, no todo se queda ahí. El último colega en pasar a firmar el acta, decidió dar un salto de emoción justo en la orilla del pódium, lo cual lo hizo rodar y ganarse una lesión en la pierna y la risa de todos los presentes. Cerró con broche de oro.
         Pasaron tantas cosas y aún así logramos firmar los benditos papeles que no me queda más que decir: fue un momento mágico. Y hubiese sido muy aburrido si nada, absolutamente nada hubiese sucedido.
         Con esto no quiero decir que fue bueno lo de las tragedias, pero por lo menos las enfrentamos con humor, fortaleza y compañerismo.
         Ya sólo me falta un acto: la entrega del título. Vestir mañana de toga y birrete va a ser un sueño que alguna vez vi muy lejos y que hoy puedo saborear con todo el gusto del Universo.
         Soy oficialmente una licenciada de la República, pero aún así siento más bonito cuando simplemente me dicen que soy una periodista.

lunes, 28 de mayo de 2012

Miedo a la distancia


           Tengo desde hace rato una opinión metida entre los dedos y el teclado que no había podido soltar, pero ya es hora. Se trata de nuevo del amor a distancia.
         Creo que he hablado ya bastante en este blog de lo que opino de las relaciones de ese estilo, he recomendado cosas para mantenerlas y descrito fase por fase cómo más o menos pueden nacer.
         No obstante, hay un detalle del cual no les he hablado y tuve que vivirlo para poder describir de manera más clara cómo y por qué sucede: que uno de los dos le tema a la distancia.
         Tenemos claro cómo nacen en la mayoría de los casos estas relaciones. Primero la negación, luego esquivando los sentimientos, la aceptación y por último el desarrollo y el encuentro. Pero, ¿qué sucede cuando uno de los dos se queda a mitad de camino?
         Es normal que esto de los kilómetros asuste, sin embargo, hay quienes no saben manejarlo o prefieren perder las cosas que arriesgarse a vivir lo que siente y a ir por ello.
         Entonces todo se complica un poco. Uno empieza a querer más que el otro, uno arriesga más que el otro, uno está más dispuesto que el otro, uno empieza a sufrir más que el otro, y así una cadena que parece no tener fin.
         Por supuesto, alguien sale lastimado, o ambos, en algunos casos. ¿Por qué? Porque se despierta un sentimiento y luego pretenden dejarlo así, latiendo, sin remedio, para después salir huyendo porque no saben cómo reaccionar.
         Claro, esto es totalmente evitable si a tiempo se dejan las cosas claras y si se intenta no dar todo a la primera semana de conocerse. Siempre he pensado que lo ideal es conocer bien a la persona, ver qué tanto está dispuesto a arriesgar y luego dar el paso y abrir el corazón.
         Como sabemos, a veces este musculito no nos hace caso y sólo nos provoca lanzarlo al vacío para que no siga de terco, pero al menos podemos hacer el intento y tomar precauciones.
         Pero de verdad les digo, chicos, ¿vale la pena dejar ir algo verdadero por el simple miedo a unos kilómetros? ¿Acaso no ven cómo ha avanzado la tecnología y lo fácil que es hoy en día comunicarse? ¿Tan pesado es luchar y viajar a ver a tu verdadero amor?
         No sé si soy demasiado ingenua, demasiado tonta o demasiado enamoradiza pero yo sí estaría dispuesta a darlo todo si esa persona me llenase, aunque estuviese del otro lado del mundo. Pienso que de eso se trata el amor, de luchar por él, de lograrlo.
         Claro, cada uno de nosotros tiene su opinión al respecto y seguramente muy válidas, pero lo que soy yo no dejaría ir el amor por miedo y me cuesta creer que una mujer tenga más pantalones que un hombre para apostar por lo que siente y lanzarse a lograrlo.



Crónica de una graduación tardía (Parte I)



Esta soy yo intentando describir cómo ha sido el proceso de mi graduación. He decidido escribir un antes y un después. Ya saben, por eso de que muchas veces suceden cosas inesperadas que pueden cambiar el desenvolvimiento de un hecho.
         Cuando me senté a pensar acerca de cómo redactar esto, se me vinieron muchas cosas negativas a la mente, pero siguiendo el pensamiento de uno de mis profesores que asegura que en un blog siempre debe haber algo positivo y algo que enseñar, decidí dejarlos a un lado.
         Digamos que son cosas normales: no querer ver nunca más a ciertos compañeros, haber esperado casi un año para que por fin te entreguen el título, soportar el faranduleo desatado y sonreír para las 264641210536 fotos “pa’l feisbuk”.
         Sí, como dije anteriormente, tuvimos que esperar alrededor de un año para que nos pudieran hacer un acto. ¡Qué cosas! ¿No? En fin, no me había sentido emocionada al respecto. Pensaba que cumpliría con todo el protocolo, vería a todos llorando y me iría a casa a llenar de orgullo a mis padres.      
         ¡Error! 
Yasdelia, tienes sentimientos. Sí, intentas ocultarlos, pero ahí están.
Mientras preparaba todo (papeles, trajes, etc.) empecé a sentir mucho estrés. Vístete de azul, no, de verde, péinate hacia atrás, no, hacia adelante, colócate tacones, no, mejor botas, no te maquilles así, ese color no te va, con ese vestido te ves gorda, esa falda está muy coMALDICIÓN. DÉJENME SER.
Elegí lo más sencillo y decidí hacer todo en completa tranquilidad, sino un acto que debe ser para disfrutarse se me iba a convertir en una pesadilla que jamás querría recordar.
No soy católica, como muchos saben, pero hoy me tocó ir por mi familia a la misa de grado. La verdad es que me gustó mucho, sobre todo por eso de verlos a todos unidos, sonrientes y felices de que por fin este sueño se viera realizado.
Fue como abrir los ojos y darme cuenta de que es un momento que definitivamente marca un antes y un después en nuestras vidas. No sólo por el hecho protocolar de recibir un título, sino por saber que luchaste tanto por llegar a la meta y lo lograste con la frente en alto.
Es como si te dijeran: ten, esto es lo que mereces por tantas noches en vela y tanto exprimir tu mente para crear. Y vale más porque eso que te están dando no es dinero, que si bien no cae mal, no debería ser el motivo principal por el cual se estudia en la vida.
Me he ganado un título que para mí no representa un pase para ganar dinero, sino algo que me dice: el éxito es tuyo y aunque este papel no es lo que importa sino lo que he aprendido, es una representación de todo lo que he luchado por ser cada día una mejor profesional.
Veamos cómo se sigue desarrollando en los dos actos que me faltan esta emocionante parte de mi vida, donde dejo de ser una universitaria para convertirme en licenciada y seguir pateando la calle para llevar la verdad a cada una de las personas que estén dispuestas a conocerla.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El sabor del amor


-¿Me acompañas?- me dijo esa noche en la playa, y me llevó de la mano hasta sentarnos en la orilla.
-Cierra los ojos, por favor.
Obedecí sin dejar de sonreír, sintiendo la brisa del mar en mi rostro.
-Shhh, haz silencio. ¿Escuchas las olas? ¿Puedes oír el mar?
-Sí.- Le dije asintiendo y sin saber a dónde quería llegar.
-Los Dioses te dicen, a través del sonido del mar, que están presentes y que eres parte de ellos.
Sonreí. Él sabía perfectamente cómo hacer de ese momento algo especial.
-Respira profundo. ¿Sientes el olor de la playa? ¿Qué te transmite?
-Paz.- contesté, ya con ganas de abrazarlo.
Tomó mis manos suavemente y las colocó en la arena, la cual en ese momento estaba fría.
-Tócala, siéntela entre tus dedos. Es como si con ella los Dioses te dijeran que te dan firmeza y que aunque te hundas un poco, siempre podrás salir adelante.
No podía dejar de sonreír y una extraña sensación recorría mi estómago.
-Abre los ojos y mira el cielo. Con toda esa belleza delante de ti no puedes más que sentirte pequeñita, sin embargo, ninguna de esas estrellas se compara con tu luz.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
-No llores. Cierra los ojos de nuevo. Hay algo que debes probar. No será el mar, que ya sabes que es salado. Tampoco la arena, eso podría hacerte daño, y, desde luego, no puedes morder las estrellas. Pero quiero que pruebes un sabor que tal vez ya has sentido, pero que dices no recordar.
Quería preguntarle de qué hablaba pero con un beso silenció mi boca.
-Ese, hermosa, es el sabor del amor.

martes, 22 de mayo de 2012

Escribir es mi pasión



Escribir es mi pasión.
         ¿Lo habían notado?
         No hay mejor remedio para un corazón silencioso, para unas penas esposadas al alma, para decir de todo sin usar tu voz.
         Siempre aconsejan desahogarse a través de las letras.
         Yo lo utilizo, más que para desahogar, para aprender de mí misma.
         El mundo va y viene y nunca se sabe cuál será el próximo movimiento.
         Sin embargo, escribir te regala otra dimensión.
         ¿Qué tiene de raro vivir, en un papel, el rol del personaje malvado que degolla a todos los que se atraviesan en su camino?
         ¿Quién no ha disfrutado escribiendo su propia historia y dándole un final feliz que, en la realidad, quizás nunca existiría?
         Escribir es mi pasión.
         Podría repetirlo cada segundo de mi vida.
         En mis escritos he reflejado mis penas, mis alegrías, mis amores secretos, y he nombrado, en cada uno de ellos, a personas de mi entorno que tal vez no se imaginan que fueron mi inspiración.
         He relatado historias ajenas, sueños y secretos que jamás revelaría.
         Escribir es mi pasión.
         ¿Cuál es la tuya?



martes, 15 de mayo de 2012

Palabras y frases que me cuesta mucho o no me gusta decir


-Te amo. 
-Mi rey. 
-Papi. 
-No siento lo mismo por ti. 
-Me gustas. 
-No quería responderte. 
-Mi amor. 
-Bebé. 
-No te creo. 
-Vuelve. 
-Te necesito. 
-Guatemala. 
-Sí. 
-No puedo. 
-Regla. 
-Mi cielo. 
-Adiós. 
-Picha. 
-Abocar. 
-No tengo plata. 
-Te odio. 
-Te lo prometo. 
-No. 
-Mi sol. 
-Nené.

-Olvídame.


lunes, 14 de mayo de 2012

Mis diarios


      Hoy me armé de valor y decidí abrir esa gaveta de mi closet repleta de diarios, cuadernos y demás hojas de apuntes en las cuales está toda la historia de mi vida… o al menos la que quise retratar.
         Como la mayoría de las adolescentes de mi generación, escribía cada día lo que me sucedía. Miradas, besos, pensamientos, problemas, lágrimas y muchas más cosas están reflejadas en unas hojas que ya empiezan a tornarse amarillas por el paso del tiempo.
         Leí unas cuantas frases de mi pasado y no sabía si reírme o abofetearme por haber sido tan inmadura, pero era lo que había en ese tiempo y yo sí crecí disfrutando cada una de las etapas de mi juventud.
         Cuando somos jóvenes queremos escribir para luego más adelante echar un vistazo atrás y tener una historia que contar. Es como si quisieras que alguien una vez leyese tus diarios y decidiera crear una película acerca de tu vida.
         Una vez que creces y miras atrás, buscando dónde está la historia maravillosa digna de un Oscar, descubres que no quisieras ni tú misma leer eso que alguna vez escribiste. Todo entonces te parece tonto y sólo piensas en buscar un nuevo rincón, más recóndito que el anterior para evitar que puedan ser leídos.
         Hoy me vestí de ganas de analizar quién fui y quién soy, por eso estoy rodeada de hojas llenas de polvo y de diarios que una vez tuvieron como fin ser entregados a mis hijos para que conocieran a su madre en su etapa de adolescente.
         Diarios que ahora serán sólo pequeñas hojas escondidas, para evitar  que alguien descubra que fui una niña y que los golpes hicieron de mí una mujer mejor. Una mujer que incluso ya no sabe si quiere tener hijos.

domingo, 13 de mayo de 2012

Gritar sin voz



          Aunque intento conseguir las palabras correctas para describir lo que siento cuando escribo, creo que ninguna llega a definir completamente lo que pasa dentro de mí luego de cada expresión.
         Es como si las puertas de alguna parte de mis sentimientos se abriera y salieran volando miles de vivencias, apuradas, queriendo ser retratadas, empujando a mis dedos a que digan todo lo que ellas quieren que sea leído.
         Las palabras llegan solas. Como si tuvieran vida propia y ellas dijeran: yo voy primero, luego sigo yo y para terminar salgo yo y le daré el remate que merece este escrito.
         Claro, son caprichosas. Llegan en los momentos menos esperados y si no las plasmas al instante, salen corriendo, huyendo, y no regresan, como para castigarte por no haberlas atendido y colocado en el lugar en donde ellas deseaban estar.
         Pero hay momentos en los que ellas duelen. Salen sin que lo esperes y cuando te das cuenta, es como si te dieran un golpe fuerte en el rostro, como si intentaran hacerte ver una realidad.
         Las letras tienen vida propia, y yo soy feliz de hacerlas salir a través de mis dedos, complaciendo sus caprichos, escribiendo al ritmo que quieren, en el momento que desean ser escritas y en el orden que salen.
         Luego de que todas se han pegado a un papel, yo me siento libre. Es como si pudiese entender que vivo para ellas, que son mi medicina, mi calma, mi paz interior.
         Retratar entonces todas esas cosas que he logrado sentir, vivir, oler, ver, palpar, soñar, imaginar, es lo que más disfruto del mundo, porque a través de las letras puedo decir lo que mi voz a veces no se atreve. El oficio de escribir, le dicen. Yo lo llamo gritar sin voz.


Cartas


       No sé cuántas cartas he escrito y no han llegado a su destinatario. Se han quedado escondidas en una oscura carpeta entre mis documentos o en el oscuro rincón de la caja de mis recuerdos.
         Hay muchos nombres variados, muchas frases que nunca he pronunciado y una cantidad incontable de verdades que no por no haber sido dichas en su momento, dejan de ser válidas.
         Imagino que en el fondo, el motivo de no haberlas entregado es porque espero que sea el destino quien haga que la persona que no las recibió diga: ella pudo tener la razón.
         A veces, hay quienes necesitan abrir los ojos solos, y en otras oportunidades, hay gente que no merece más palabras, porque ya han dejado pasar las suficientes.
         Pero es como una manera de drenar, de sacar eso que a menudo sentimos en el pecho y que se convierte en un nudo que podría llegar a ahogarte si no lo dejas escapar, cual cascada de expresiones.
         Hay demasiadas cartas que no he podido entregar. Unas por falta de valor, otras porque simplemente no merecen ser dadas. Lo cierto es que si en algún momento alguien las consigue, tendrá el derecho de hacerlas llegar. De revelarlas. De dar una sonrisa o una bofetada a sus dueños.
         Quizás en el momento en que lleguen a las manos que pertenecen, ya sea tarde o es posible que sea el momento adecuado para arrepentirse.

sábado, 12 de mayo de 2012


     Empecé a sentir cómo con besos en la espalda me despertaba. R estaba recorriendo desde mis muslos hasta mi cuello con sus labios y abrí los ojos, erizada.
         Me di media vuelta y él me sonrió, malicioso, mientras sus manos me recorrían y la pijama comenzaba a caer al piso.
         Nuestras lenguas jugaban y la temperatura subía. Intenté levantarme y tocar toda su piel pero con su dedo me selló la boca y me susurró al oído que disfrutara.
         Lo sentía ir y venir en mi cuerpo, mi corazón latía de prisa y mis manos sostenían sus cabellos. Era una entrega total, deseada, inesperada.
         En su mirada veía todo el deseo acumulado y su cuerpo sudado me estaba acercando a eso que llaman el paraíso.
         Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar de todo lo que me estaba haciendo sentir.
         De pronto, oí un grito afuera que me obligó a volver a la realidad. Eran las nueve de la mañana y se me hacía tarde para salir al trabajo.
         Lo único real de aquel momento fueron mis latidos acelerados y las gotas de sudor corriendo por mi piel.

Amigos con derechos... una realidad latente

Hay quienes aún piensan que las mujeres sólo desean casarse, tener un hogar y una mascota. Pero eso está muy alejado de la realidad actual, pues las chicas ahora prefieren ser profesionales y huirle a los compromisos.
O al menos eso fue lo que arrojó una serie de estudios que realizaron los creadores de esta historia que parece sacada del día a día de cualquier mujer del presente. Sí, se trata del film “No String Attached”, del director Ivan Reitman ( el mismo de los CazaFantasmas), la cual fue estrenada hace algún tiempo.

       Emma (Natalie Portman) refleja cómo los papeles pueden haberse invertido en la manera de llevar las relaciones. Es ella quien le huye al compromiso, quien se cierra a los sentimientos y quien parece llevar el control de lo que llama una “amistad con beneficios”.
     Sin embargo, Adam (Ashton Kutcher) quiere ir más allá y termina enamorado de esa chica que parece sólo disfrutar de su cuerpo y a las horas que ella elige. ¿Acaso no demuestra eso que las mujeres de hoy también utilizan a los hombres descaradamente?

No se debe generalizar, cada quien tiene una manera distinta de ver la vida y de decidir qué hacer con sus relaciones, pero esta película refleja una verdad que está siendo cada vez más obvia y que pone a la mujer en un lugar totalmente distinto al que la sociedad está acostumbrada.
Por supuesto, no todo en este film es sexo y nada de sentimientos. Ellos van creciendo a medida que se va desarrollando la historia. Y es también una manera de decirle a quien la observa: hey, no juegues con fuego, puedes enamorarte.
Estamos acostumbrados a ver relatos y relaciones donde uno ama más que el otro, alguno lleva el control o simplemente no hay amor, pero si hay algo que parecen tener en común todos es que quien se arriesga a compartir con una persona de su agrado, puede quedar totalmente enamorado y mientras más le huyen, con más facilidad le llega.
Así que tomemos, pues, esta película como un aprendizaje. Está bien disfrutar del momento, pero recuerda, el amor puede tocar tu puerta en cualquier instante, aunque te escondas de él.




martes, 8 de mayo de 2012

Gracias infinitas


Nunca pensé que alguien iba a poder identificarse con mi manera de ver la vida y con las tonterías que puedo escribir diariamente. Saber que a una persona le gusta mi blog es para mí un gran honor y el motivo de esta entrada es darles las infinitas gracias por siempre leerme.
Si lo notan, este espacio comenzó siendo un lugar donde podía publicar mis historias de amor, terror, poemas, relatos eróticos y uno que otro trabajo periodístico. Luego terminó siendo una suerte de diario que me ayuda a descargar todo lo que sucede en mi día a día.
Cuando escribo, siento como si estuviese viviendo en una casa con paredes transparentes y ustedes, al pasar, se detuviesen a observar lo que pasa conmigo, y además de eso, emplean un poco de tiempo en dejar su huella por acá.
¡Gracias! Infinitas gracias por siempre estar, por su grano de arena para que este blog se complemente. Gracias por apoyarme, criticarme, opinar y servir de inspiración para lo que hoy leen.
Algunas veces me dicen:”gracias por escribir acerca de este tema”. Y yo hoy les digo: gracias a ustedes por tanto cariño.
Sin ustedes, chicos, esto sólo sería un cerebro vacío.
¡Brindo porque todos tenemos un cerebro nocturno!

lunes, 7 de mayo de 2012


       Estoy en una ciudad muy grande y fría en la cual he conocido personas maravillosas y vivido momentos inolvidables. Pero no hay un viaje a esta enorme jungla que no me haga sentir sola.
         Parece ilógico, pero para mí tiene mucho sentido. Es como si no pudiera escapar de mí misma, como si mientras más acompañada me diera más cuenta de que hacen falta inquilinos nuevos en mi corazón.
         En mi vida, definitivamente, hace falta alguien. Y me he cerrado tanto, lo he evitado muchas veces, pero es momento de aceptarlo: echo de menos estar enamorada.   
         Me gustaría tener a alguien a quien hacer reír, que me robe suspiros, que quiera en verdad ganarse mi corazón. Alguien sincero que valore mis momentos de mal carácter tanto como mis ratos de felicidad. Una persona que me diga: eres esa a quien esperaba.
         ¿Es tan difícil hallar a alguien verdadero? A un hombre que no me deje sola en los peores momentos y que me haga llorar y reír cada día de mi vida… que me haga sentir. Ese alguien que me diga: estoy aquí, contigo.
         Que mirar las estrellas y acurrucarnos a ver películas no le parezca aburrido y que valore lo que ya nadie toma en cuenta.
         No busco un novio, quiero un amor que sea a la vez mi mejor amigo y a quien pueda decirle, sosteniendo fuerte sus manos: nunca estarás solo.
         Un cómplice más que un amante. Alguien que entienda que mi mejor afrodisíaco es el amor real y que entregar mi cuerpo es dar parte de mi alma.
         Alguien que me haga sentir calidez en ciudades tan frías como Caracas…y como cualquier otra alrededor del mundo.

Aún hay esperanza


          Desde mi ventana hoy puedo ver la Luna. La noche está fría y en mis oídos suena Lady Antebellum. A lo lejos hay muchas luces y edificios que reposan en silencio, guardando dentro de ellos cientos de historias.
         La ciudad deja de tener un sonido fuerte y cambia de color gracias a la música que suena de fondo… pero el frío sigue calando mis huesos.
         Podría observar la noche entera este panorama y tal vez inventar en mi mente mil relatos, imaginando cada uno de los habitantes de este lugar, o tal vez pueda contarle a esa hermosa Luna mis pensamientos.
         ¿Cuántos amores han nacido hoy? ¿Cuántos adiós se dijeron? ¿Será calculable la cantidad de lágrimas que ruedan por mejillas esta noche? ¿Cuántas sonrisas cómplices se estarán compartiendo en este momento?
      Hay muchas preguntas… pocas respuestas. Pero sólo una quisiera poder descifrar: ¿Habrá alguien, en algún lugar del mundo, que esté pensando, como yo, en que aún hay esperanza en este planeta?

martes, 1 de mayo de 2012


        Me acostumbré a dormir tarde, a gastarme las horas de silencio haciendo nada y todo a la vez. A disfrutar de la madrugada.
         A quedarme hasta altas horas inventando historias en mi mente, creando mundos donde todo sale como espero y si en su defecto sucede algo que no me alegra, por lo menos encuentro fácil una salida. Mi mente lo puede todo.
         Me acostumbré a dejar mi cama fría y a pensar en toda calma. A dejar que la noche teja sus hilos en mis ojeras y que el sonido de las estrellas sea mi acompañante.
         El sueño ya no llega. Se fue. Huyó. Se dio cuenta de cuánto lo ignoraba porque prefiero gastarme la vida con los ojos bien abiertos y soñar despierta, para sentir, vivir, y no dejar pasar lo que disfruto.
         Tal vez mis ojos me pasarán factura más adelante, pero por ahora no les haré caso. Seguiré quedándome despierta lo más que pueda, porque esa es la vida, disfrutar de lo que haces y no perder el tiempo sólo soñando.