sábado, 9 de abril de 2011

Gritos en el confesionario


Merly era una de esas chicas que iba a misa regularmente y cada día hacía oraciones frente a una vela. 
En la actualidad, parece extraño encontrar jóvenes tan católicos pues por ahí se dice que esos valores se han perdido. 
Sin embargo, esta chica era una ferviente devota, de esas que incluso visten ropas que no son "indecentes" y los vicios para ella eran el peor pecado. 

Conocía a todos los trabajadores de la iglesia y alguna vez consideró la idea de casarse con Dios, pero su familia la hizo desechar tal decisión. 
Merly, siempre que podía, iba a ayudar al templo y disfrutaba estar rodeada de santos y velones. 

Pero todo eso comenzó a cambiar. 
Una tarde, mientras estaba en el altar cambiándole las flores a la virgen, escuchó un extraño ruido en el confesionario. 
Se acercó a mirar y todo estaba vacío. 
Se persignó y corrió a rezar varios Padre Nuestro que la hicieron olvidar aquel episodio. 

Pero como ese ruido, siguieron muchos más. 
Desde pasos a sus espaldas, velas que se apagaban de repente y escalofriantes murmullos en la iglesia vacía. 

Al comentarlo con el párroco, éste le recomendó rezar aún más y no perder la fe en Dios. Pero todo continuaba igual. 

A pesar de que casi a diario Merly recibía un susto, no dejó de visitar el templo sagrado. 
Y no perdió la fe. 
Un día, antes de la misa de las 6:00 de la tarde, vio a un niño sentado en el último banco. 
Se acercó a él pero éste salió corriendo, jugueteando, y se escondió detrás del confesionario. 

Acto seguido, escuchó un aterrador grito que casi la dejó sorda, al punto de apretar muy fuerte las manos sobre sus oídos. Cuando abrió los ojos, todo estaba en santa paz. 

Salió huyendo y en la entrada se consiguió con una anciana que al ver el terror en sus ojos, la detuvo.
Merly le explicó lo sucedido y la señora le recomendó confesarse. 

-Ve con Dios, hija, Él va a escucharte. 

Merly volteó y vio al Padre entrar al confesionario. 
Con miedo, se acercó. 
Prácticamente contó cada paso que dio, mirando la sombra inmóvil del cura esperándola. 

Entró y se sentó, temblando de miedo. 
Apenas dijo las palabras "Ave María..." y la ventanilla se abrió. 

Unos ojos totalmente en blanco fue su última visión pues un afilado cuchillo atravesó su cuello, callando un horroroso grito que se ahogó en la iglesia.

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