domingo, 31 de marzo de 2013

Te dejo libre


Te dejo libre.
Te dejo libre de mis pensamientos.
Te dejo libre de todas las veces que he pronunciado tu nombre deseando que vuelvas.
Te dejo libre de mis sueños.
Te dejo libre de todas las veces que he imaginado un nuevo inicio a tu lado.
Te dejo libre de todos los momentos en que deseo que todo esté bien con tu vida.
Te dejo libre de mis mensajes sin sentido, de mis disculpas sin respuestas.
Te dejo libre de saber que detrás de la pantalla alguien aún te piensa.
Te dejo libre de todos los conflictos y las heridas que causamos.
Te dejo libre de una historia inconclusa.
Te dejo libre de las veces que miraba el reloj e imaginaba que despertarías.
Te dejo libre de tener que soportar una vez más mis frases sin sentido.
Te dejo libre de pensar que me encontrarás un día en la calle, pues ya no creo en el destino.
Te dejo libre de mí.
Te dejo libre de mi esperanza.
Te dejo libre de alguien que sólo quería querer.
Te dejo libre y me libero yo también de este círculo que nunca cerramos… y nunca cerraremos.
Te libero y me libero hoy de las entradas en mi blog, y dejo libre la esperanza para que entre un nuevo amor.
Te dejo libre y te digo hasta siempre. Hasta siempre, mi amor.

jueves, 28 de marzo de 2013

Creer y perder


     Tenemos momentos en la vida en los cuales necesitamos que sean terceros quienes nos muestren realidades que nosotros no queremos entender. Eso me ha sucedido mucho últimamente, pero más que hablar de mí y de mis decisiones en este post, siento que debo hacerlo en general, pues a muchos de nosotros nos pasa, aunque no queramos admitirlo.
         Se trata de esas veces que queremos a alguien, nos enganchamos tanto que no vemos las señales que nos advierten que ese no es el camino correcto. Pero claro, aunque nos digan las cosas, no las procesamos hasta que tenemos el cerebro frío y el corazón a un ritmo normal.
         Leyendo mi blog favorito (Crónicas de una soltería anunciada http://cronicasdeunasolteriaanunciada.blogspot.com) me topé con un comentario de una lectora que le dice a la chica que muchas veces cuando todo se termina, nos preguntamos por qué insistimos en algo que ya de entrada sabíamos que no avanzaría.
         Ella dice que muchas veces nos vamos apegando más a una persona y le facilitamos el querernos “como nosotras necesitamos”. Le vamos dando facilidades, soportamos cosas, nos abrimos, pero cuando no avanza del límite que ya desde el inicio sabíamos que existía, entonces nos sentimos estafadas.
         Asegura que lo que sucede es que “creímos”. Creímos en que la otra persona cambiaría, en que se adaptaría más a la manera en que queremos que nos quieran, pero que no es más que una obsesión, pues esa persona ya nos había puesto los límites claros.
         ¿A cuántos nos les ha sucedido esto? Aunque algunos no intentamos cambiar a una persona en su manera de ser y sus valores, al menos pensamos que poniendo esfuerzo y amor éste va a cambiar su decisión y va a darnos lo que esperamos o de la manera como lo esperamos.
         Ese, señores, es un grave error. Aunque me ha sucedido, debo decir (porque lo he aprendido), que lo mejor es dejar que las cosas fluyan de manera natural, sin forzar nada, respetando la manera de cada uno ver y vivir las cosas y que, principalmente, debemos dejar claro lo que queremos en la vida, ver claramente las señales que nos envían y no insistir en cosas que claramente no van a tener futuro.
         La mayoría de las veces rodamos por el camino para poder aprender las cosas. Es nuestra manera de poder experimentar y saber qué está mal y qué no. Así que si ya nos ha sucedido, a levantarnos y no volver a cometer ese error. Y si no, a respetar entonces las decisiones de los demás y a darnos un poquito más de valor, que seguramente llegará quien nos ame “así como queremos”. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Encerrada en mí


        Me he acostumbrado tanto a no contarle a nadie lo que me sucede, que a veces me siento atrapada dentro de mí misma. Tal vez no sea lo mejor, pero confiar se me convertido en un trabajo imposible.
         Tengo muy buenos amigos, no puedo negar eso, pero llegó un momento en el cual dejé de sentir que relatarles mis sentimientos era beneficioso. Justo en ese instante, terminé de cerrar la pequeña ventana por la cual se asomaba lo que siento.
         Primero, odio que alguien sienta lástima. Pobre, desafortunada, vendrán cosas mejores, todo tiene su momento, debes hacer esto o aquello y demás frases clichés comenzaron a ser tan molestas para mí, que prefiero no oírlas.
         Segundo, que no a todos podemos abrirles nuestra vida. Algunos sólo se aprovechan para llenarte de malas vibras, hacer que todo vaya peor, burlarse o contárselo al resto de sus conocidos. Lamentablemente, esa gente abunda.
         Y tercero y último: nuestros problemas la mayoría de las veces son muy pequeñitos delante de los de otros. En muchas ocasiones, sólo lo ven como una tontería, lo cual termina molestando a tus amigos y soy de las que prefiere no fastidiar a nadie.
         Entonces, por todas estas razones, se quedan dentro de mí muchas quejas, dudas, presiones, tristezas, incluso alegrías. Pero llega un momento en el cual sientes que no puedes más. Que necesitas que alguien te tome del brazo, te sacuda y te diga que algo no está bien, que debes salir adelante.      
Necesitas también que alguien te abrace fuerte y te diga que está feliz por tus logros. O que se ría de las tonterías que has hecho por obtener algo.
         Confiar es necesario, lo sé. Todos debemos hacerlo en algún momento, pero es tan difícil que a veces preferimos encerrarnos y nuestros propios pensamientos nos comen por dentro.

viernes, 15 de marzo de 2013


        No sé muy bien cómo empezar a escribir acerca de esto. Lo que sí tengo claro es que el tema hace un rato estaba rondando por mi cabeza y necesito dejarlo salir. ¿Han alguna vez aplicado en su vida eso de “déjalo libre y si regresa es tuyo”? Pues, de eso se trata.
         Siempre he pensado que no podemos asumir qué siente una persona si ésta no lo ha dicho con todas sus letras y no podemos pensar que otros sabrán qué hay en nuestros corazones si no lo expresamos. Bien, ahí comienza todo. Cuando no somos claros o no son transparentes con nosotros, solemos tomar vías que no siempre son las adecuadas. Por ejemplo, llevamos a nuestro objetivo al extremo para entonces poder obtener una respuesta, sin saber que justo en ese momento podemos perderlo todo.
         Se trata de arriesgar, es cierto. Pero, chicos, nunca, nunca, nunca, presionen a nadie. Si una persona no te ha dicho lo que siente o no lo ha dejado claro, debe tener sus razones. Si no ha comenzado una relación, tiene sus motivos. Pero no es lo ideal hacer jugadas tontas esperando que respondan de manera positiva.
         En este momento veo todo de una manera absolutamente distinta a hace unos meses: si quieres saber algo, pregúntalo. Si quieres expresar algo, hazlo. Si quieres terminar o empezar algo, ve a por ello. No esperes que sea la otra persona quien lo descifre en mensajes extraños. No, sé clar@ en todo momento.
         Hay momentos en los que imaginamos que la otra persona tiene consciencia de cómo nos sentimos, pero no recordamos que nunca se lo hemos hecho saber. Entonces tomamos actitudes erradas o los hacemos dar pasos adelante sólo por presión.   
         Esto lo digo por eso de pensar en dejar a alguien imaginando que te tomará de la mano y no te dejará escapar. No siempre sucede eso. Tu mano puede quedarse sola y tú arrepentid@ por haber tomado esa decisión.
         Cuando le dices a alguien que te vas, esa persona asume que no quieres estar a su lado. No va a adivinar qué es lo que sientes si no se lo dices. Eso de que si regresa es tuy@ son tonterías. Si es tuy@, no le dejes ir.
         Hay situaciones que aprendemos a los golpes o nunca las aprendemos. Necesitamos, incluso, llevar varias caídas para poder entenderlo. No seas tú una de esas personas. Si quieres a alguien contigo, gánate su amor. Sin presiones, sin apuros, todo tiene su proceso, todos nuestra manera de vivirlo y las cosas surgen de manera natural.
         Como lo dijeron hoy en un show de televisión que suelo ver: Muchas veces queremos ganarnos el amor, queremos encontrarlo, pero simplemente no sabemos cómo hacerlo.

PD: Ofrezco disculpas públicas a quienes he herido en algún momento de mi vida. Especialmente a ti, que no sé si aún lees estas líneas, pero a quien ya no me atrevo a dirigirme no por orgullo, sino por dignidad y por no querer silencios.

¡Vivamos el momento, que no sabemos si habrá un mañana! 

lunes, 4 de marzo de 2013

¿Casarnos por presión?

Las mujeres de hoy en día somos absolutamente distintas, eso para nadie es un secreto. Tomamos decisiones, vivimos plenamente, hacemos trabajos pesados, somos independientes, podemos llevar una familia solas y, sobre todo, somos libres.
         Hay quienes han olvidado eso. Personas que aún creen en esa tontería de que la mujer debe mantenerse en el hogar, limpiando, cocinando, planchando y cuidando de los niños. Que deben ver novelas, ser chismosas y recibir con amor a sus maridos. A los que piensen así les digo con todo respeto: ¡avancen!
         No sé cuántas veces he oído decir a uno de mis mejores amigos que “se me está pasando la edad”. Horas y horas de charla me ha dado, con gran preocupación, porque tengo 26 años y ni siquiera una relación seria se asoma por mi ventana.
         Está claro algo: él y yo tenemos puntos de vista muy distintos. Él es machista, yo soy feminista. Es todo. Mientras él quiere pagar la cuenta, yo divido los gastos. Cuando él intenta abrir la puerta por la cual voy a pasar, yo ya le he dado un empujón y voy pasando. Y así varias cosas más a las que él llama “demasiada independencia”.
         Pero, ¿qué se supone que debemos hacer hoy en día las mujeres? ¿Esperar al mentado príncipe azul, que sea caballero, pague todo, trabaje por nosotras y nos tenga como esclavas en el hogar? ¿Debemos seguir mostrándonos débiles, sumisas, brutas y vivir a costa del sudor de un hombre que, ocasionalmente, se buscará a una más audaz que nosotras? ¡Me niego!
         Primero, la edad, a mi manera de verlo, no significa nada. No podemos ir por la vida pensando que si no nos casamos antes de los 30 años seremos mal vistas por la sociedad, nos llamarán solteronas y luciremos como fracasadas. ¡No me jodan! No me ataré a alguien a quien no amo, con quien no me identifico sólo por no llegar a la tercera década sola. Prefiero disfrutar de mi soledad y dejar que el momento correcto llegue.
         Segundo, ¿no creen que tal vez tantos divorcios en la actualidad se deban a eso? Quizás sólo se casan por presión y cuando les llega el verdadero amor, le hacen daño a su pareja, pues no pueden seguir en un matrimonio que no los satisface.
         Hoy en día las mujeres tenemos otra visión. Atendemos el hogar, sí, pero el hombre también debe colaborar. Trabajamos, mantenemos también una familia, y nos realizamos profesionalmente, cumpliendo metas que van más allá de dejar la cena caliente y que los niños cumplan con sus tareas.
         ¿Y como novias? Como novias nos encantan los hombres caballeros, eso no nos hace menos fuertes ni a los hombres menos masculinos. Las cuentas pueden estar divididas, las decisiones al igual, se toman entre los dos y la decisión de dar el paso al matrimonio no debe resultar de la presión social o del sueño de un “felices para siempre”.
         Si una pareja decide casarse, debe hacerlo porque en verdad siente que su novi@ le complementa, le inspira a ser mejor persona, le acepta tal cual y como es. Nunca, nunca, nunca, decidan emprender algo tan serio como un matrimonio sólo porque van llegando a los 30 y no quieren estar solos.
         Recuerden algo: la soledad también se puede disfrutar. No te cases para hacer feliz a la sociedad, cásate para ser feliz TÚ y tu pareja.